Inicio y final

Uno de los mensajes prepartido que los técnicos transmiten a sus equipos es la importancia de comenzar bien. Dominar los primeros compases es de suma transcendencia. Un buen inicio da credibilidad al planteamiento táctico y ayuda a coger confianza a nivel colectivo. A nivel individual es importante que los jugadores tengan buenas sensaciones, tanto los que salen de inicio como los que entran del banquillo. Y esto se consigue haciendo las cosas fáciles y evitando cometer errores, pues no hay mejor manera de empezar el partido que aportando algún aspecto positivo a la estadística individual. Robar un balón, coger un rebote, anotar una bandeja, forzar una falta y sumar desde la línea de tiro libre son ejemplos que deben marcarse los jugadores al entrar en el juego. Si a esto le sumamos que para el equipo contrario ir a remolque desde el principio siempre conlleva precipitación, nos encontramos en el marco adecuado para llevarnos la victoria.

Leyendo la última contracrónica de mi colega Ramón Cornadó coincido en que debe mejorarse la gestión de los finales de partido cuando se llega con ventaja, aunque no es solo un problema del Força Lleida, sino de todos los equipos por mejores que sean. Variantes tácticas, ofensivas y defensivas específicas para los finales de partido hacen a los equipos menos previsibles y dotan de confianza al jugador con unas herramientas que les ayudarán a resolver los últimos lances. Ya no es simplemente una cuestión física, técnica o táctica, que sí lo es, sino que también interviene la cuestión mental. Y es que tener en pista a los mejor preparados para finales ajustados es fundamental. El inicio es más previsible, el final del todo imprevisible, aunque un buen inicio te prepara adecuadamente para un mejor final.