LA CONTRACRÓNICA
Olor a ACB
El fin de semana pasado, concretamente el sábado, con motivo del partido de liga del equipo junior del C.N. Tàrrega al cual dirijo esta temporada, tuve la oportunidad de viajar hasta Andorra. Para los que no conozcan la instalación, sus equipos de base juegan en un pabellón adyacente al que juega su equipo de ACB.
Al llegar me encontré con Francesc Solana, el director deportivo. Tras los pertinentes saludos y valoraciones, pronto advertí su satisfacción hacia todo lo que rodea a su club. Era la víspera del partido contra Baskonia. Mientras el equipo preparaba el encuentro, me mostró los cambios que se habían producido en el pabellón como consecuencia del ascenso a ACB. La ampliación de su aforo, sus nuevas oficinas, la sala de prensa, los vestuarios… ¡Que envidia y a la vez que recuerdos¡ Olor a ACB.
Cada temporada, la diferencia entre ACB y LEB aumenta. Las condiciones que se imponen ahora a los equipos LEB para ascender pronto serán modificadas para que sean asumibles para los clubes. Todo ello, para el bien de la LEB, competición a la que hoy en día cuesta verle interés. Pero también para el bien de la ACB, que no debe ser una liga sin descensos.
Lleida no debe descartar el regreso a la ACB, y debe prepararse. En lo social, el club goza de una buena salud. Aunque ya ha llovido desde 2005, fecha del último partido en la máxima categoría, los recuerdos todavía perduran y la afición respalda día sí y día también al equipo. A nivel económico se está lejos. Es necesario generar recursos, aumentar las aportaciones privadas para que sean el motor que permita formar un equipo más homogéneo, menos volátil y por consiguiente más competitivo, que permita luchar para volver a sentir ese característico olor a ACB.