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Dos jugadores pelean por un balón en una acción del partido de ayer en Cornellà.

Dos jugadores pelean por un balón en una acción del partido de ayer en Cornellà.CARLES MIRANDA

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El fútbol está lleno de gestas épicas, historias emotivas de superación y gestos de deportividad que, a lo largo de los años, han ayudado a hacer grande este deporte, seguido con pasión por millones de aficionados en todo el mundo. Una de estas historias realmente bonitas se produjo en Lleida el pasado sábado cuando un equipo infantil del AEM, íntegramente femenino, se proclamó campeón de una Liga en la que todos sus rivales son equipos masculinos. Una historia que debería hacer reflexionar a más de uno que vive lastrado por sus prejuicios.

Por desgracia, últimamente el fútbol está siendo más noticia por la violencia, sin sentido, estúpida y lamentable –pueden añadir tantos adjetivos como deseen y se seguirán quedando cortos– que se produce en las gradas, en partidos de fútbol base, lo que todavía es más grave, protagonizada por padres de niños futbolistas, a los que sin duda avergüenzan con su conducta.

“En estos momentos los padres son los que nos están generando más problemas”, me confesaba hace unos días un directivo, avalado por varios años de dedicación a este deporte.

Cuando veo imágenes como las que se han ofrecido últimamente en televisión, con agresiones entre padres, o cuando en algún campo observo a un energúmeno lanzando improperios o discutiendo con otro padre porque le han hecho falta a su hijo, pienso en lo que debe de pasar por la cabeza de esos jóvenes futbolistas que solo quieren pasar un buen rato y divertirse. Desde luego, ver a tu padre pegándose con otro o discutiendo totalmente exaltado, es cualquier cosa menos divertido.

En los últimos años los clubes de fútbol base se enorgullecen de haber tenido un crecimiento espectacular. Tener más equipos es sinónimo de buena gestión. Pero tal vez ha llegado el momento de pensar si vale la pena tener tantas fichas, o es preferible presumir de tener padres con buena educación. Con la violencia no valen las medias tintas. El fútbol, que genera historias tan humanas, no necesita energúmenos en las gradas.

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