LA CONTRACRÓNICA
Lección de bases
Dos de los bases más legendarios de la NBA, Magic Johnson e Isiah Thomas, han cerrado, después de 26 años, la mayor historia de odio del deporte americano. Su beso previo al salto inicial de los partidos entre Lakers y Pistons es una de las imágenes más recordada para los amantes del baloncesto de la época. Su amistad se torció a finales de la década de los 80 con la pelea entre ambos en el tercer partido de la final de 1988, y definitivamente tras el anillo conquistado por los Pistons ante los angelinos en 1989. Pero fue en 1991 cuando su relación sufrió un duro revés. Magic sorprendió al mundo anunciando que era portador del virus del SIDA y Thomas cuestionó la vida sexual de su antiguo amigo. Como venganza, el base de los ‘Bad Boys’ se vio apartado del ‘Dream Team’. Todo el relato se plasmó en el libro When de game was ours, donde Magic y el también mítico Larry Bird detallan la trama de apartar a Thomas del mejor equipo de la historia olímpica. Esta semana nos han querido ofrecer un bonito desenlace de tan triste historia con un sincero reconciliamiento público. No recuerdo un equipo que haya marcado una época sin contar con un gran jugador como base. El base ha dejado de ser el típico director de juego que solo ordena el sistema ofensivo. En el juego moderno, que se basa en el ‘pick & roll’ –bloquear y continuar– y en el ‘drive & dish’ –penetrar y doblar–, el base tiene una participación muy activa.
Ahora que el Força Lleida ha recuperado a todo su plantel parece el momento en que nuestros bases den un paso adelante con un rol diferente. Una de las características ofensivas de estos jugadores debe ser hacer mejores a sus compañeros. En la medida en que entiendan que anotar no debe ser su principal misión, harán crecer a un equipo que tiene mucho recorrido.