LA CONTRACRÓNICA
El fútbol es lo que tiene
Gerard Albadalejo califica el partido de su equipo como “completo” con la diferencia de que, en esta ocasión, sí que hubo goles || El técnico insiste en ir paso a paso y piensa ya en el Llagostera
Será una sensación personal y puede que esté de lo más equivocado, pero ayer, en la sala de prensa del Camp d’Esports, me pareció ver a un Gerard Albadalejo entre crispado y dolido y que aprovechó la plácida goleada ante el Ontinyent para exteriorizar, al menos parcialmente, sus sentimientos. Nada que reprocharle, faltaría más, si entiende que desde el entorno –digámoslo así, ya que tampoco personalizó su reproche–, no se valora suficientemente ni su trabajo ni el de sus jugadores. Sin embargo convendría recordarle que ni ha sido el primero ni va a ser el último en tener esa sensación.
Un amplio abanico de entrenadores, por centrarnos en su profesión y no extendernos en jugadores y directivos, desde los más grandes hasta los más modestos, han reconocido que en el fútbol vales lo que tu último resultado. Casi nunca hay pasado, al menos para lo bueno, y muy pocas veces futuro. Solo rige el presente. La ley del resultado. Y es que el fútbol es así, uno de los pocos tópicos que es rigurosamente cierto, aunque ya se sabe que un tópico solo es una verdad desgastada por el uso.
Y por eso, utilizando su definición de ayer, de que el fútbol es bipolar, debería entender que la pobre estadística goleadora del Lleida esta temporada, era la que era hasta momentos antes de iniciarse el choque ante el Ontinyent. Y que ese entorno celebra que se haya roto, para bien, como que la conjunción de resultados hace que su equipo esté ahora mismo a tres puntos del play off y, por tanto, permitiendo hacer nuevamente cábalas sobre el futuro –¡cuantas veces no hemos reutilizado el célebre cuento de la lechera para intentar hacer realidad nuestros sueños!–. Y si no se gana en Llagostera, esperemos que se gane, el mismo entorno volverá a desesperarse si el mismo equipo, que ayer lo bordó ante el Ontinyent, queda a cuatro, a cinco o a seis puntos...
Y así, de partido en partido, en un bucle interminable de sensaciones, cual si de una montaña rusa se tratase, hasta la jornada final, esperando un último balance satisfactorio. Esa es la grandeza, o miseria, del fútbol.