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Joan Carles Oliva, con gesto serio ayer en la sala de prensa, tras el partido ante el Ejea.

Joan Carles Oliva, con gesto serio ayer en la sala de prensa, tras el partido ante el Ejea.JORDI ECHEVARRIA

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Joan Carles Oliva tiene un discurso, en sus comparecencias ante los medios de comunicación, ciertamente atípico e inusual en comparación con sus colegas de profesión. Prioriza lo pragmático a lo dramático. Ayer, oyéndole en la sala de prensa del Camp d’Esports tras el enésimo revolcón de su equipo que, prácticamente convierte el hecho de poder jugar el play off en una utopía, me vino a la cabeza aquella célebre frase acuñada por el político francés Charles Maurice de Talleyrand, aunque popularizada por el torero Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, que asegura que “lo que no puede ser, no puede ser. Y además, es imposible”.

Con este pleonasmo, tanto el diplomático como el matador, querían recalcar una redundancia: si una cosa no puede ser, es que no puede ser. Pero si existiese la más mínima posibilidad de que pudiera ser, en ese caso, sería imposible. Y eso es lo que le está pasando al Lleida. Con la peor segunda vuelta desde que el Esportiu existe –con 14 puntos conseguidos sobre 42, estaría ahora mismo en descenso–, parece imposible luchar por el ascenso, que era el objetivo de esta campaña, que va camino de convertirse en un fracaso tan estrepitoso como inesperado y que va a cobrarse su segundo técnico en los cuatro primeros meses de este “horribilis” 2019.

Cayó Albadalejo, cuando el equipo aún estaba en plaza de play off y Oliva, salvo un giro inesperado de guión, dejará de serlo a lo largo del día de hoy. Ayer se ratificó en lo que dijo el viernes, añadiendo que aunque nunca lo ha hecho, entiende que sólo dando un paso “al lado” puede ayudar a que el club consiga sus objetivos o, cuando menos, lo pueda intentar un nuevo técnico. Oliva reconoció que ya no se ve capaz de enderezar una nave que se hunde sin remedio.

Su frase de que ya no puede apretar más a los jugadores de lo que ya ha hecho, viene a resumir la sensación que trasmite el equipo: impotencia total y absoluta. Es más, ayer con 0-1 y con superioridad numérica, el Lleida parecía que no apretaba el acelerador. Lo dicho: Lo que no puede ser, no puede ser. Y además, es imposible.

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