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Desde hace unos años he acuñado un dicho que suelo comentar con mis compañeros afirmando que “si en Lleida ciudad hay dos clubes del mismo deporte que rivalizan entre ellos, con toda probabilidad surgirá un tercero como producto de una escisión de alguno de los otros dos”. Esta es la riqueza asociativa del deporte en nuestra ciudad que no tiene parangón en ninguna otra de similar tamaño. Refleja que hay inquietudes, que el tejido deportivo está vivo y también ilustra de alguna forma la calidad de vida del lugar. Pero al mismo tiempo demuestra también un sentimiento cainita, de pulso fratricida, de reino de taifas.

Evidentemente cuanta mayor oferta deportiva haya, mejor para la ciudad aunque sea a costa de esta atomización deportiva. Esta semana, el mismo día para ser exactos, eran anunciados en cargos de dirección deportiva Raúl Fuster en el Lleida Esportiu y Txema Alonso en el EFAC (Atlètic Lleida). Dos exjugadores muy queridos de diferentes épocas en el Camp d’Esports. En baloncesto la irrupción del Pardinyes en la élite ha despertado recelos en el club referente, el Força Lleida. En balonmano femenino, la Associació y el Pardinyes están en la misma categoría. En el fútbol base la rivalidad es tan acérrima en algunos casos que ha hecho que –aunque evidentemente hay más causas– clubes como el Nàstic de Manresa, que no es el Barça ni el Espanyol, pesque en el río revuelto y se lleve a algunas de las mejores promesas.

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