LA CONTRACRÓNICA
No somos agoreros pero esto no pinta nada bien
Venga. Pongámonos la careta de irredentos optimistas y no hagamos caso de las estadísticas: diez puntos de treinta posibles, tres de los últimos quince (dos derrotas y tres empates), el pozo del descenso amenazándonos con tragarnos hacia abismos insondables.. Y que en un alarde técnico, con demasiados precedentes futbolísticos, la solución cuando las cosas vienen mal dadas, sea colocar, en una mezcla de desesperación e impotencia, a Arnau Gaixas como referente ofensivo.
El caso es que, sin querer ser agoreros (nunca lo hemos sido porque siempre queda una puerta abierta, aunque sea pequeña, a la esperanza), hay que reconocer que esto no pinta bien, nada bien. Y la exigencia no la ha puesto el entorno, sino el propio club. El pasado, nefasto, y sus secuelas comienzan a quedar difuminados en el recuerdo.
Se está a punto de cumplir un año de la llegada de Pereira para iniciar la transición. Ha habido tiempo de planificar y, bueno, nadie es perfecto, pero la situación, aunque pueda parecer cansino al recordarlo, no invita al optimismo. Ni para reconducir la cosa hacia el objetivo del ascenso o el play off, ni para volver a llenar (bueno, llevar más público estaría ya muy bien) el Camp d’Esports.
Es verdad que el equipo, esto ya lo habíamos escrito antes, se ha encadenado a la teoría del “uno”. Esto es, ningún equipo, de los diez a los que se ha enfrentado hasta ahora, ha conseguido marcarle (los que lo han hecho) más de un gol, pero es que los de Pere Martí, cuando han conseguido perforar la portería contraria, tampoco. Y no solo eso, tampoco hace ninguna gracia que el Esportiu se esté convirtiendo en una especie de “equipo aspirina”, dando oxígeno a rivales que jugaron contra él con el agua al cuello como Terrassa, Saguntino u Olot.
Es más, el Deportivo Aragón, paradigma de equipo ascensor, no había ganado nunca al Lleida en sus únicos ocho enfrentamientos: dos empates y seis derrotas. Y tampoco funcionó eso. El Lleida volvió a perder, de penalti, sí, pero volvió a perder.Pero, por favor, que no nos hagan recordar aquella letra del bolero de Arturo Castro, que deja como un/a pusilánime al/la protagonista de la canción. “¿Qué puedo hacer, vida mía? No hay solución, no la encuentro; solo me queda el consuelo de llorar por dentro.” No, eso sí que no.
Aplausos. Al Lleida le llega como agua de mayo el partido de Copa del domingo. Nada a perder (lo lógico es quedar eliminados) y mucho a ganar en autoestima. La campaña de la directiva de cara al choque con el Alavés, ‘fan zone’ incluida, es acertada.. si todavía se llega a tiempo.
Abucheos. La situación de Óscar Rubio merece una explicación. Parece un guadiana en la alineación titular, cuando se le fichó como referente, y ayer fue sustituido en el descanso. Y sin aclararse su futuro en el banquillo del juvenil A.