Y en el día menos indicado, 8.953 decepciones

El cálculo de probabilidades nunca engaña. En el deporte hay una máxima que resulta cartesiana. Cuando un equipo suma una nueva jornada de imbatibilidad, cada vez está más cerca de perderla. Lo malo es que esta palmaria constatación se cumple indefectiblemente en el momento más inoportuno. Eso es lo que le ocurrió ayer al Lleida Esportiu en el cierre de la primera vuelta ante el Hércules. Los de Viadero se pusieron estupendos y dado que ayer se celebraban los Reyes quisieron obsequiar a los alicantinos con el líderato y el título honórifico si que quiere, de campeón de invierno. Y, además, con un sorprendente regalo entre Campins e Iñaki, que costó el 0-1 que ya no se pudo remontar. Fue una concatenación de desgracias encadenadas, además de las ya mencionadas: el fin de la imbatibilidad en el Camp d’Esports, la segunda derrota consecutiva (ante el Europa antes del parón navideño y la de ayer, en la reanudación de la competición) y la primera vez, esa es una consideración obvia, en que el Lleida se queda sin marcar ante su afición.Un equipo, tan entusiasta como poco lúcido, dejó escapar la oportunidad de entonar el “happy birthday to you” en honor a su presidente, Luís Pereira, que cumplía 66 años.Y decimos que fue una pena porque se produjeron, en una gélida tarde-noche, 8.953 decepciones en el día menos indicado para que se produjeran. Un entradón estratosférico como no se recordaba desde los casi ya olvidados play off de ascenso o, yéndonos más atrás aún, en los partidos de Primera o el ascenso con Mané a la máxima categoría del fútbol español. Se colapsaron los accesos al Camp d’Esports con colas interminables en Fleming o 11 de Septembre aunque, todo hay que decirlo, a causa de un exceso de celo de la Guardia Urbana, que cortó el paso con plazas libres en la explanada.