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El líder oculto

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De vuelta a la Segunda Guerra Mundial, observamos a un líder que nadie pensó que lo sería, ni siquiera él mismo. Así como la contribución de cada persona que luchó y colaboró en ámbitos muy diversos fue clave para la derrota del nazismo, poco o mucho, Dwight D. Eisenhower contribuyó por ser el comandante en jefe de las fuerzas aliadas pero sobre todo por ser su líder.

Adviértase que una cosa no lleva a la otra. A Eisenhower le nombraron comandante supremo, pero fueron su trabajo y dedicación las que le convirtieron en un líder apreciado, respetado y seguido. Y no sin dificultades.

Eisenhower no contó con el entusiasmo de algunos generales aliados, en puestos clave, que opinaban que como estratega dejaba que desear, que su experiencia bélica era muy limitada y que tenía su cargo por designación política. Sí, podemos decir que no fue un gran estratega, que su experiencia bélica era menor que la de otros muchos mandos, y que debía su cargo a que Estados Unidos era quien más contribuía al esfuerzo bélico, pero también podemos decir que Eisenhower fue quien coordinó eficazmente a los ejércitos aliados y los convirtió en un cuerpo unido. Las ventajas de los aliados también tenían contrapartidas, sobre todo el de no contar con un mando único y además llegar a ser ineficaces debido a disensiones o enfrentamientos.Eisenhower siempre fue consciente de este último peligro, y por ello su estilo de liderazgo permitía opiniones diferentes, buscaba concitar acuerdos, y sobre todo buscaba que los equipos se implicaran tanto que lograran sus objetivos trabajando juntos.Por si fuera poco coordinar y dirigir el mayor esfuerzo bélico hasta la fecha, tuvo que lidiar con las ambiciones, prisas, egos y errores de ciertos actores principales: conocemos sus dificultades con el general Patton, al que tuvo que llamar al orden en más de una ocasión, supo dar cuerda al general Montgomery, deseoso de reconocimiento y aclamación, y también se desesperó con la testarudez de De Gaulle.

Sin olvidar que tuvo que lidiar con sus superiores, el Premier Churchill y el presidente Roosevelt, añadiendo en ocasiones diferencias de opinión con estos.Alguien podría decir que Eisenhower no fue más que un gestor. Tal vez debería pasar de un gran angular a un enfoque más detallado, en el que vería como pedía el máximo de su equipo y también les cuidaba y daba ejemplo, como tenía que tratar con todos, incorporar y motivar a todos, sin dejar a nadie de lado a no ser que fuera incompetente, como tuvo que ayudar a solucionar las diferencias, desacuerdos y rivalidades en las fuerzas aliadas, que hubieran llevado al desastre general. Este “gestor” fue el líder que tuvo que tomar la decisión de dar luz verde a la mayor invasión de la historia, en la madrugada del 6 de junio de 1944, en unas condiciones meteorológicas inseguras.

Un “gestor” de quien dependían millones de hombres y mujeres.Eisenhower nos enseña que podemos aprender a liderar, con nuestras pequeñas o grandes aptitudes, convirtiéndolas en acciones que den ejemplo con trabajo, con respeto, y con el cariño hacia los miembros del equipo, como él hizo en una gesta que cambió la historia europea.

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