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Neuroliderazgo femenino

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De todos es sabido que desde un punto de vista antropológico hombres y mujeres somos diferentes. En cuanto al cerebro, según nos han enseñado, también. Ambos tenemos dos hemisferios.

En el izquierdo, que es objetivo, se realizan, entre otras, las funciones de lenguaje, de razonamiento o lógica y la matemática. La forma de resolver o pensar de este hemisferio es lineal, secuencial, una información detrás de la otra, de forma pautada. Por este motivo, se trata de un hemisferio científico y su capacidad principal es la de síntesis.

Y el hemisferio derecho, que es subjetivo. En él se realizan, entre otras, funciones relacionadas con el arte, las emociones, habilidades artísticas y musicales, orientación espacial y memoria visual (por ejemplo, para reconocer los rostros). La forma de resolver o pensar es holística (global).

La capacidad predominante, por tanto, es la de análisis.Dicho esto, hablaremos de la conocida lateralidad cerebral. Esta hace referencia a la especialización del cerebro en un determinado hemisferio, que condiciona nuestra destreza de forma casi genética. Esto no es del todo cierto, porque el cerebro, gracias a la plasticidad cerebral, permite que, en vida, especialicemos un hemisferio a voluntad propia.En este sentido, históricamente se le han asignado al hombre funciones cerebrales más relacionadas con el hemisferio izquierdo y a la mujer con el derecho.

Por ello, se deduce que la mujer es multitarea (por su lateralidad derecha con pensamiento holístico), pues su cerebro puede tener operativas diferentes zonas al mismo tiempo. Es decir, puede estar revisando la documentación para su próxima reunión, pensando en algo que le ha ocurrido esa misma mañana y planificando alguna salida afterwork.Parte de toda esta información son estereotipos aprendidos que han condicionado nuestras formas de interacción social, procesos de decisiones, aprendizaje, desarrollo intelectual y como líderes.Una investigación llevada a cabo por varios grupos de científicos sociales de EEUU ha demostrado que el bajo rendimiento no significa necesariamente que carezcamos de capacidad, sino que más bien podría deberse a nuestra conciencia de los estereotipos que otros tienen sobre nosotros y sobre el grupo del que formamos parte. Además, esta investigación no solo pone de manifiesto como los estereotipos aprendidos condicionan nuestra conducta individual y en el grupo, sino también cómo podemos cambiarlos.Esta investigación nos puede ayudar a identificar las formas de reaccionar ante los prejuicios y estereotipos que otros tienen de nosotros capaces de fomentar el fracaso, para no desaprovechar el talento y potencial de las personas, pues también pueden estimular el rendimiento de una persona o grupo y servir de herramienta para promover el progreso social.

Si, en la escuela, algún profesor o profesora o incluso nuestros padres nos hubieran dicho que no servíamos para las matemáticas, nos lo habríamos creído y poco de estas habríamos aprendido. Al contrario, si nos hubieran dicho que podíamos ser excelentes en matemáticas, nos habrían condicionado al esfuerzo para aprender al máximo.¿Les ha pasado algo similar? Probablemente sí, y estarán de acuerdo en cómo pueden a condicionar nuestro aprendizaje, estereotipos anclados en nuestro cerebro que no son ciertos, totalmente infundados y que, en aspectos como el género, son limitadores de su potencial. El equipo encabezado por Sian L.

Beilock, de la Universidad de Chicago, reseñaba que si a las estudiantes femeninas se les informa del estereotipo de que los hombres están mejor capacitados para las matemáticas que las mujeres, tienden a rendir peor en tareas matemáticas complejas que si no conocieran el estereotipo. En conclusión, que nadie te diga lo que eres o no capaz de aprender. Solo tú puedes poner límites al desarrollo de tu talento.

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