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BORJA ARRIZABALAGA*

Inteligencia emocional, clave delante de la IA

(*) Emprendedor, Cofundador y socio Executive HR Talent y Asesor Acreditado ACCIO en Industria 4.0, estrategia, organización y Operaciones

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En la era de la tecnología y la automatización, el papel de la inteligencia artificial (IA) en el mundo laboral se ha vuelto cada vez más prominente. Desde la optimización de procesos hasta la toma de decisiones, la IA está transformando la forma en que trabajamos. Sin embargo, en este escenario de avances tecnológicos vertiginosos, surge una pregunta fundamental: ¿cómo pueden los seres humanos competir con la eficiencia y la precisión de la IA? La respuesta puede encontrarse en un elemento distintivamente humano: la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional se define como la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones, así como las emociones de los demás. Aunque pueda parecer un concepto abstracto, su impacto en el entorno laboral es tangible y profundo. Mientras que la IA puede superar a los humanos en términos de velocidad y precisión en tareas específicas, la inteligencia emocional ofrece una ventaja única que no puede ser replicada por las máquinas.

Uno de los aspectos más destacados de la inteligencia emocional es su capacidad para fomentar la creatividad y la innovación. A diferencia de la IA, los seres humanos pueden aprovechar su capacidad para sentir, imaginar y pensar fuera de lo establecido. Esta habilidad para conectar con las emociones propias y ajenas nos permite generar ideas originales, encontrar soluciones creativas a los problemas y crear productos y servicios que resuenen con las necesidades del mercado. 

Además, la inteligencia emocional juega un papel crucial en la construcción y mantenimiento de relaciones interpersonales. En un mundo empresarial cada vez más interconectado, la capacidad de comunicarse de manera clara, empática y persuasiva se ha vuelto invaluable. Las habilidades como la empatía, la escucha activa y la capacidad de colaborar son elementos fundamentales de la inteligencia emocional que permiten a los individuos construir redes sólidas.

Si bien la inteligencia artificial puede analizar grandes volúmenes de datos y realizar tareas repetitivas con precisión, carece de la capacidad de comprender las complejidades del comportamiento humano y las sutilezas de las interacciones interpersonales. La IA no puede experimentar emociones ni entender el contexto emocional en el que se desarrollan las decisiones humanas. En este sentido, la inteligencia emocional se convierte en un diferenciador crucial.

Es importante destacar que la inteligencia emocional no es un sustituto de la inteligencia artificial, más bien un complemento. Mientras que la IA puede mejorar la eficiencia y la productividad en ciertas áreas, la inteligencia emocional potencia la capacidad humana para adaptarse, innovar y liderar en un entorno laboral en constante cambio y es que a la IA le va a costar mucho superar el listón del sentimiento y la pasión. Si un creativo de publicidad no tiene sentimientos ni entiende lo que significan, ¿cómo va a generar sentimientos en su público objetivo? 

La inteligencia emocional se basa en los sentimientos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, el carácter, la autodisciplina o la intuición, entre otros factores.

La mayoría de la gente que está bien situada en el mundo de la empresa o de la política son personas con una gran capacidad de relaciones públicas, networking, politiqueo o incluso adulación, que además saben unirse al grupo adecuado en el momento justo. El mérito o el coeficiente intelectual ayudan, pero la inteligencia emocional es fundamental.Se trata de que la IA sea para una herramienta de productividad, que las personas usemos para catalizar nuestro potencial y no que acabemos sucumbiendo como una herramienta de la IA.

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