Cuando el hogar es ningún lugar

Desde su estreno en 2016, el desarrollo de la trama de Atlanta a través de sus cuatro temporadas ha supuesto un verdadero reto de interpretación para su audiencia en cada capítulo. El propio creador y protagonista de la serie, Donald Glover, la llegó a definir como “un Twin Peaks con raperos”. Y es que, efectivamente, en esta comedia se conjugan el humor, la metáfora, el surrealismo y la sátira de forma tan impredecible como brillante.

En esta cuarta y última temporada, los cuatro protagonistas, Earn (Donald Glover), Alfred Paper Boi Miles (Brian Tyree Henry), Darius (Lakeith Stanfield) y Van (Zazie Beetz), regresan a Atlanta tras su gira por Europa, volviendo además a los orígenes de la serie para cerrar el círculo. Un círculo que empezó en la propia Atlanta con un joven Earn tratando de arreglar todos los errores que ha cometido en su vida, y que tras abandonar la Universidad de Princeton alterna su hogar entre la casa de sus padres y la de su novia, con quien tiene una hija. Junto a su primo, un rapero apodado Paper Boi y que está empezando a abrirse camino en la música, se embarcarán en un viaje en busca del éxito y en el que además se confrontarán sus respectivas visiones acerca de cuestiones como la industria musical o la raza.

Si Atlanta es, en su conjunto, una odisea en busca de la felicidad y de un lugar al que llamar hogar, la cuarta temporada es la conclusión para sus protagonistas de que ningún lugar es el hogar cuando el mundo te obliga a estar a la defensiva de forma constante. Y es, también, una voraz crítica al cinismo del mercado del entretenimiento general, cuestionando los valores tanto de sus directivos como de los activistas profesionales, etiquetándoles como meros especuladores de moral flexible. Quienes han seguido la serie habrán podido tener la sensación de que Atlanta es un pequeño mundo en el que todo parece estar conectado.

Incluso la dirección de Hiro Murai (Estación Once, Guava Island) en el primer capítulo de la cuarta temporada supone una reconexión a la esencia original de la serie y de sus protagonistas en términos de narración vital, que regresan a su ciudad natal tan desorientados que acaban perdiéndose en ella. Porque Atlanta no está escrita desde la perspectiva de una brújula moral aleccionadora, sino desde los comentarios irónicos de la realidad. Podremos empatizar más o menos con ellos por motivos socioculturales, pero al final todos buscamos nuestro lugar, u hogar, en el mundo.