Bullying rural salpicado de gore

CERDITA

En 2019, Carlota Pereda (Las rubias) se alzaría con el Goya al Mejor Cortometraje con un una producción cuyo título era Cerdita. Ambientado en un pueblo de la España profunda, se trataba de un breve cuento de terror protagonizado por Sara (Laura Galán), una joven con problemas de obesidad que era sometida a las burlas de las otras chicas durante sus vacaciones en dicha localidad. Pero aquello solo sería el preludio de algo mucho más grande.

A finales de 2022, Pereda volvería a la carga con la misma historia extendida en versión largometraje, y en esta ocasión sería Galán quien se alzaría con el Goya a Mejor Actriz Revelación en el pasado certamen, así como también el último Fantastic Fest de Sitges terminaría rendido ante la cinta concediéndole el premio a Mejor Película de Terror. Sin embargo, llegados a este punto, es imperativo advertir a quienes puedan estar interesados en ver el filme que se van a encontrar con altas dosis de sangre y violencia. El género gore, tan admirado por muchos y tan detestado por otros, ha perdurado en la historia del cine de terror desde principios de siglo hasta nuestros días, siendo Intolerancia (1916) de D.

W. Griffith una de sus primeras referencias fílmicas. Su explícita brutalidad, aunque siempre anclada al tabú social, ha servido como herramienta narrativa a producciones de temáticas tan dispares como La maldición de Frankenstein (1957), Bonnie y Clyde (1967), La noche de los muertos vivientes (1968) o Grindhouse (2007), esta última producida y dirigida por Quentin Tarantino y Robert Rodriguez y enmarcada dentro del subgénero conocido como torture porn.

En esta ocasión, Pereda lo instrumentaliza para explicarnos una historia basada en algo tan lamentablemente contemporáneo como es el bullying, con la aparición en escena de un asesino en serie que hará las veces de justiciero y que planteará además un enorme dilema moral tanto para la protagonista como muy seguramente también para el espectador. Pero no todo gira en torno al miedo y a las vísceras. También hay hueco para la comedia costumbrista a través de sus personajes, sobre todo en la interpretación de una espléndida Carmen Machi, quien sirve como puente entre el salvaje slayer y las acosadoras gordofóbicas.

Es inevitable pensar que nos encontramos ante una versión de La matanza de Texas (1974) a la española, y así es, aunque ubicada concretamente en el pueblecito de Villanueva de la Vera, en Cáceres.