Charlotte, o la precuela coronada

LA REINA CARLOTA

La obsesión por la fabricación de precuelas de cualquier producción con un mínimo de éxito ha terminado provocando que, para gran parte del público, su anuncio haya pasado de la ilusión por ampliar sus universos cinematográficos favoritos a un sentimiento que deambula entre el hastío y la resignación. Mayoritariamente debido a que, o bien aportan poco o nada a la trama original, o bien su calidad está tan alejada de su predecesora que incluso cuesta relacionarlas entre sí. La Reina Carlota: una historia de Bridgerton, spin-off de Los Bridgerton (2020), es una de esas excepciones a la norma. Y no era una tarea sencilla, ya que la franquicia basada en las novelas superventas de Julia Quinn, y adaptada a la pequeña pantalla por el tándem Chris Van Dusen y Shonda Rhimes (Scandal, Anatomía de Grey), ha sabido ganarse tanto el cariño de la audiencia como un lugar de honor en el catálogo de Netflix en tan sólo dos temporadas. Antes de arrancar con la acción, por boca del personaje de Lady Whistledown (Julie Andrews), se advierte al espectador: “No es una lección de historia, es una ficción inspirada en hechos. Todas las libertades tomadas por el autor son bastante intencionales. Disfrutadla”. El drama historicorromántico se construye a través de dos líneas temporales: la principal, ubicada en el Bridgerton del pasado, con una Charlotte (India Amarteifio) de 17 años todavía sin coronar y su hermano Adolphus (Tunji Kasim), quien la acaba de prometer al rey Jorge III (Corey Mylchreest); y la secundaria, enmarcada en el Bridgerton del presente, en el que nos encontramos con una ya coronada Charlotte (Golda Rosheuvel) tratando de lograr que alguno de sus muchos –y problemáticos– hijos pueda darle un heredero viable. A partir de esta premisa, La Reina Carlota va más allá de la superficialidad de su predecesora y se adentra –entre las historias impregnadas de amor y sacrificio junto a las no escasas escenas eróticas–, en cuestiones como la etnia, la política, la sociología, la salud mental y la misoginia. Que en ocasiones el guión pueda resultar algo desordenado se compensa con su habilidad para organizar y desarrollar las relaciones entre sus personajes, algo que por otro lado ya era marca de la casa para la franquicia. Porque aunque La Reina Carlota no es un show perfecto, sí es la revisión mejorada de un producto que no parecía necesitarla, y quienes disfrutaron de Los Bridgerton gozarán de La Reina Carlota.