Cuando Will encontró a Sylvia

PLATÓNICO

La comedia romántica lleva un tiempo envuelta en un proceso de necesaria revisión, tal y como reconoce el propio guion de esta serie, tanto por la dificultad que supone enamorar al espectador repitiendo las mismas historias, como también por la inclusión –tan aplaudida por muchos y tan atacada por otros– de los nuevos géneros, sexualidades y tipos de relaciones no convencionales contemporáneos. Sin embargo, Platónico (2023), que arranca con un guiño a Cuando Harry encontró a Sally (1989) y parte además de su misma premisa, servirá como firme argumento para defender que la comedia romántica no se trata de un género en declive. A lo largo de 10 episodios se narra la tensión –no sexual– entre dos viejos amigos que se reencuentran cinco años después de una despedida poco amistosa, tratando ahora de lidiar con sus respectivas crisis de la mediana edad: Will (Seth Rogen) y Sylvia (Rose Byrne), a cuyo triángulo amoroso se suma el marido de esta, Charlie (Luke Macfarlane). Es llamativo de este último que se aleja del arquetipo del rígido y aburrido esposo, y se trata de un hombre atractivo y encantador. Pero, lamentablemente para él, difícilmente podrá competir con la química del caos que surge entre Will y Sylvia cuando están juntos –y es aquí donde reside la gracia del show–. Ella, una mujer feliz pero insatisfecha, y él, un maestro cervecero de un bar de Los Ángeles del que posee una participación junto con algunos amigos, incluyendo el hermano de su exesposa, que por otro lado todavía no ha superado. Cocreada por el matrimonio conformado por Nicholas Stoller (Forgetting Sarah Marshall, Neighbours) y Francesca Delbanco, novelista que junto a su esposo creó Friends From College (2017) para Netflix, nos encontramos ante una cinta que cuida la estética hasta el detalle y plantea al espectador aquel interrogante que todos nos hemos cuestionado en algún momento u otro en nuestras vidas con otras personas: ¿Qué sería si...? Porque Platónico no es una comedia doméstica. Aquí no se está buscando formar un hogar, sino que el conflicto versa sobre la búsqueda de su lugar en el mundo con la ayuda del otro. Para quienes gusten de este tipo de historias, probablemente la media hora de duración de cada capítulo se le haga terriblemente corta, pero la mágica conexión no sexualizada entre Byrne y Rogen traspasa la pantalla, y merece un lugar de honor en un género que todavía no termina de saber cómo reinventarse.