TRIBUNA
España, lo primero
diputado por Lleida en el Congreso
Es difícil que alguien pueda pensar que la obstinación de Pedro Sánchez obedeciera a alguna otra razón que no fuera su propio interés personal, una desmedida ambición que le ha conducido a un desgraciado final. Las recientes elecciones han certificado no sólo la victoria por mayoría absoluta de Núñez Feijóo en Galicia y del PNV en el País Vasco, aunque en este caso precisará del apoyo del PP y el PSOE para gobernar sino que suponen, además, un respaldo a gobernantes que han sintonizado con los problemas y necesidades reales de sus ciudadanos sin embarcarlos en aventuras peligrosas. Parece en principio que el no a Rajoy debería convertirse en un sí a España por varias razones. Primero; porque no puede gobernar un Estado quien no tiene ordenada la casa y al Partido Socialista no le convienen nada otras elecciones en las que podía sufrir un descalabro electoral y verse superado por Podemos. También; porque el PSOE no puede vivir de espaldas a los problemas que tiene nuestro país: a la recuperación económica, al cumplimiento de nuestros compromisos europeos, al respeto a la Constitución y al desafío secesionista que ha colocado a Catalunya en manos de la CUP. Y es que de una vez por todas, los que un día volverán a gobernar España no pueden repetir las experiencias de ZP que, al mismo tiempo que gobernaba Catalunya con los que querían romperla, introdujo el odio sectario en la política española. Memoria Histórica, Pactos del Tinell y cordones sanitarios mediante con la intención de bloquear la alternancia, lo que finalmente ha acabado por desnaturalizar el proyecto socialista del PSOE y su identidad territorial. Los socialistas no dicen lo mismo en Andalucía que en
Catalunya
, País Vasco o Aragón. Pero también cabe extraer otras consecuencias, porque es como si se hubieran producido las terceras elecciones con unos resultados que proclaman un claro y creciente respaldo a Mariano Rajoy, un enésimo castigo al PSOE sobrepasado otra vez por Podemos y la irrelevancia de C’s, que sólo sirve para impedir un resultado mejor para el PP. Y aunque al autista exsecretario general del PSOE, los resultados electorales parecen importarle más bien poco y le dejan impávido, era predecible la reacción del Partido Socialista porque al final, y a través de los barones, ha vislumbrado las propuestas de Sánchez.
Descartada la abstención y la repetición electoral, su única salida era el gobierno Sánchezstein, esto es: un pacto con Podemos, sus Mareas y hasta con los separatistas que los socialistas catalanes guiados por un histérico bailarín, tan ambiguos y despistados como siempre, ya estaban precocinando. Sorprende la sorpresa de los barones por este proyecto cuando muchos de ellos gobiernan Ayuntamientos y CCAA por estos mismos pactos que tanto les escandalizaban cuando los programaba Sánchez, que tuvo la habilidad de derivar el debate hacia Rajoy sí o no cuando lo que se dilucidaba era un Sánchez sí o no y lo que comporta. Y esto no se arregla haciendo caso omiso a las urnas como Pedro Sánchez o corrigiéndolas como Mas, coincidentes ambos en su intento de abarcarlo todo y aislar al PP –lo que no consiguen con votos– y abrazarse a formaciones radicales antisistema que acaban por fagocitar a sus propios partidos. Todo lo contrario, hay que pensar en las personas, solucionar sus problemas reales y respetar sus decisiones y, sobre todo, sus preferencias expresadas en las urnas. En una palabra, hay que situar los intereses generales por encima de los particulares y, a pesar de que todas las encuestas vaticinan un espectacular crecimiento del PP y un hundimiento del PSOE, Mariano Rajoy insiste en estos momentos tan difíciles en un gran gobierno de coalición o, al menos, en una abstención del PSOE para permitir la gobernabilidad de España. Porque la gente no quiere otras elecciones y harían bien los socialistas en escucharlo y para superar sus complejos nacionalistas en atender a lo que indica el CEO de la Generalitat, que afirma que el 75% de los catalanes nos sentimos también españoles. España, ahora, es lo primero.