Apertura solemne de la XII legislatura

Hoy, diputados y senadores asistimos en el congreso a un hecho histórico, emotivo y de hondo significado para todos los españoles; la apertura solemne de la XII legislatura 39 años después de la apertura solemne de las Cortes presidida por el hoy Rey Emérito Juan Carlos I que afrontaba junto con el Congreso, Senado y el Presidente del Gobierno una tarea titánica.

La Restauración de la Democracia, la reconciliación de los españoles, el respeto a la pluralidad política y el reconocimiento de la diversidad territorial. Desde entonces; el avance de nuestro país en todos los órdenes ha sido imparable y los españoles, unidos, hemos superado todo tipo de desafíos. España ha recuperado su prestigio internacional y está presente en todos los grandes foros internacionales; aunque en la apertura de esta legislatura no están ya los protagonistas de aquella sesión del 77. Don Juan Carlos, que abdicó en 2014, ha dado paso a su hijo Felipe VI y los diputados más veteranos llevamos en la cámara desde 1982. Pero más allá de estos hechos, con esta legislatura se cierra un año crítico para nuestra Democracia. Porque la obstinación y el desprecio hacia la voluntad popular expresada en las urnas mostrada por el que ya no es ni siquiera diputado Pedro Sánchez, empecinado en formar un “gobierno de progreso” con populistas de todo pelaje y separatistas por primera vez en contra de la lista más votada, han colocado a España al borde de una inconcebible repetición por tercera vez de elecciones que sólo la altura de miras de Mariano Rajoy, Javier Fernández y Albert Rivera ha podido evitar. Pero aunque se haya desbloqueado la situación y se haya puesto fin a un periodo de incertidumbre, el desafío al que se enfrentan el Jefe del Estado, nuestro Rey Felipe VI, el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy y los 350 diputados y 266 senadores es de envergadura. No basta con que se haya producido la investidura, ahora hay que gobernar y para ello es imprescindible cumplir con nuestros compromisos europeos. En 1977, cuestionaban el sistema la extrema izquierda y la extrema derecha, autoexcluidas luego de la Constitución abrumadoramente respaldada por el conjunto del pueblo español, Catalunya incluida. Ahora reaparecen en forma de nacionalismos excluyentes, totalitarios y reaccionarios o radicalismos de izquierdas que impregnan de odio su acción política y cuestionan la estabilidad que representan la Monarquía Parlamentaria y el Estado de Derecho. Se incumplen las sentencias de los Tribunales, se desobedece al Poder Judicial y se plantean políticas de hechos consumados. Catalunya no ha dicho en las urnas hasta el día de hoy que quiera romper con el resto de España. Ni en las elecciones presuntamente plebiscitarias, ni en las posteriores Generales. A pesar de ello, el Govern de la Generalitat y las Instituciones catalanas incumplen hasta sus propias leyes y el Estatut. Sin votos y sin leyes; el lenguaje astuto, equívoco y agresivo del soberanismo ya se ha destapado: el derecho a decidir, sobre algo ilegal, se ha convertido ya en el derecho a la desobediencia a nuestro marco legal, que es el que ha permitido llegar a los actuales gobernantes de Catalunya a sus actuales responsabilidades. Entre las provocaciones que han superado la Democracia y nuestra Constitución en estos años, la mayor, el frustrado Golpe de Estado de 1981, no ha faltado el intento secesionista del País Vasco respaldado por la violencia asesina de ETA. Todos ellos han sido superados porque nuestra Democracia es robusta, reconocida internacionalmente y garantiza un profundo respeto a las libertades y derechos colectivos e individuales y a la plena autonomía de nuestras Comunidades Autónomas, nunca tan amplia como ahora. Frente a los que se empeñan en solo ver lo que no está bien; la realidad es que España es una gran nación forjada a lo largo de siglos de historia, que en estos años de plena democracia se ha situado líder en el mundo en trasplantes, tiene un sistema público de pensiones y sanidad envidiables, es el segundo país más visitado del mundo por los turistas, goza de una gran seguridad y en los últimos 15 años ha ampliado la renta per cápita de 15.000 a 23.000 euros. Con el voto de los leridanos al PP; llevo con ésta ocho legislaturas, desde el 82 con alguna interrupción, en el Congreso. En la mayoría de las legislaturas, la representación separatista ha sido escasa. De 2011 a 2015, sólo tres de los 47 diputados en el Congreso elegidos en Catalunya querían romper. Los 16 de CiU se convirtieron al separatismo a media legislatura. Por eso, creo que la ruptura de Catalunya con España es un proceso de aluvión forzado y artificial; reciente y efímero. Hoy, probablemente como en el 77; los bilduetarras, los podemitas, los rufianes y los separatistas nos van a deleitar con uno de sus frecuentes números circenses, pero no podrán empañar la voluntad abrumadoramente mayoritaria de los ciudadanos, que queremos vivir en paz y libertad en una España unida como siempre.