TRIBUNA
Ponga un robot en su vida, pero tribute y cotice por él
Magistrado
Desde antiguo el hombre, dotado de consciencia, a diferencia del resto de animales, ha puesto especial empeño en dominar y controlar la naturaleza creando entornos, instrumentos y aparejos que hicieran su supervivencia menos penosa y contribuyera a su bienestar y al de la colectividad en la que se integraba. La evolución humana ha sido fiel reflejo de este principio y el necesario antecedente de nuestro presente pero también de nuestro futuro.
Las herramientas, a través primero de la transformación de las piedras, luego del hierro y posteriormente de las aleaciones, hicieron posible ponerlas al servicio de una mejor calidad de vida mediante la cacería controlada, la ingesta de alimentos, la construcción de viviendas, el transporte, la ganadería y el cultivo, por solo poner algunos ejemplos.
La revolución industrial de finales del siglo XIX fue otro hito histórico que supuso la fabricación en cadena, la creación de las clases medias, el incremento del consumo, la idealización del sistema capitalista contrarrestado por movimientos obreros y sindicalistas, y la creación del estado del bienestar cimentado sobre el respeto de los derechos fundamentales de la persona en el seno de los regímenes democráticos basados en la separación de los poderes.
Sin embargo, si algo caracteriza al género humano es su imaginación creativa, su firme deseo de ir más allá de lo posible, de adentrarse en lo desconocido e investigar y desarrollar otras alternativas. La segunda mitad del siglo XX y, desde luego, en lo que llevamos de siglo, ha supuesto un avance científico y tecnológico sin precedentes. Apenas hubiéramos imaginado hace 30 años poder comunicarnos instantáneamente mediante una simple llamada telefónica o una videollamada o estar constantemente informado a cualquier hora y en cualquier lugar de lo que acontece en el mundo. La tecnología de los actuales smartphones supera con creces la tecnología utilizada por los primeros astronautas que viajaron a la Luna. No digamos de algunas intervenciones quirúrgicas y de muchas actividades fabriles, totalmente digitalizadas y robotizadas.
Actualmente, son una realidad las impresoras 3D que permiten en poco espacio de tiempo fabricar piezas que hasta hace bien poco exigían tiempo y esfuerzo, o la captación de imágenes y el transporte mediante drones por los lugares más inaccesibles y recónditos. En pocos años podremos ser espectadores privilegiados de hitos que hasta ahora sólo forman parte del imaginario colectivo y de las películas de ciencia ficción.
Hemos entrado de pleno en el mundo de la robótica. El hombre ha sido capaz, con su imaginación y conocimiento, de fabricar seres dotados de autonomía que le suplen en múltiples actividades.
Resulta notorio comprobar los avances logrados en este campo. Ya no nos extraña ver androides con aspecto humano que han logrado movimientos y expresiones humanas y que se destinan a actividades de riesgo o, simplemente, de recreo.
Como cinéfilo que soy, basta con rememorar películas como La Guerra de las Galaxias, Terminator, Blad Runner, Ex Machina, Yo, Robot, Robocop
o Inteligencia artificial. En todas ellas, los robots tienen un papel protagonista y se sitúan, al menos en un plano teórico, en igualdad de condiciones y medios con el hombre, llegando a constituir una amenaza real.
Pero, dicho lo anterior, se preguntará el lector a qué vienen las anteriores reflexiones. Pues bien, la robótica ha alcanzado tal auge que la Comisión de asuntos legales del Parlamento Europeo ha hecho público recientemente su informe sobre normas de Derecho civil aplicables a los robots (European Civil Law Rules In Robotics), en el que se recogen una serie de principios, de naturaleza jurídica y ética que deberán aplicarse a una serie de futuras normas de derecho civil europeo en materia de robótica.
El informe se basa en el hecho de que la investigación científica en los ámbitos de la robótica y la inteligencia artificial va a suponer un importante cambio social, de ahí la necesidad de empezar a legislar al respecto.
El citado informe apunta que cuando se considera la posible responsabilidad civil robótica, nos enfrentamos a visiones fantásticas sobre los robots. Por ello hay que ignorar las voces que reclaman el establecimiento de una personalidad jurídica robótica basada en la ciencia ficción.
Por tal motivo, se señala que los desarrollos en robótica civil e inteligencia artificial también requieren una reflexión sobre las grandes cuestiones éticas que se plantean. Este análisis se complica por el hecho de que es difícil predecir lo que a veces sigue siendo un experimento. En este sentido, es esencial que los grandes principios éticos que lleguen a gobernar la robótica se desarrollen en perfecta armonía con los valores humanistas de Europa, conforme la Carta de la Robótica, que avanza en esta dirección. Además, el informe propone ser cuidadosos con la terminología utilizada en el futuro instrumento. Por ejemplo, se considera que la noción de robot inteligente plantea un importante desafío, por lo que se propone considerar pertinente solo el término robot autónomo.
De igual manera, se declara que de cara a establecer un régimen de responsabilidad para los robots autónomos, no se considera una respuesta adecuada el asignar a los robots una personalidad jurídica. También deberá considerarse que las disposiciones del futuro instrumento relativas a la responsabilidad por daños causados por un robot autónomo sean compatibles con la legislación de responsabilidad civil en su conjunto.
Finalmente, en cuanto a los aspectos éticos, la propuesta de resolución intenta introducir un marco ético para el diseño, la producción y el uso de robots.
La cuestión es tan sumamente sugerente y trascendente que sobre la mesa del Parlamento Europeo descansa una propuesta, conocida como Informe sobre Personas Electrónicas, que pretende que las máquinas inteligentes paguen impuestos y coticen a la Seguridad Social, de modo que propone la creación de un estatuto jurídico específico para los robots, para que, al menos los que sean autónomos y más sofisticados, tengan la condición de personas electrónicas, con derechos y obligaciones específicas.
El proyecto abre el debate sobre la posibilidad de crear una bolsa común para todo tipo de máquinas inteligentes o crear un impuesto individualizado en función de categorías, planteándose el interrogante de a quién se debería gravar, si al propietario del robot, a quien lo fabrica o a quien lo emplea en sus instalaciones.
Ni que decir tiene que se trata de un mero informe, pero con visos de que se transforme en un futuro no muy lejano en un proyecto de directiva, que obligaría, en el caso de nuestro país, a llevar a cabo reformas de hondo calado en los impuestos de la renta de las personas físicas y de sociedades, en el Estatuto de los Trabajadores o en la ley sobre Seguridad Social.
¿Ciencia ficción o realidad? El futuro nos lo dirá.