TRIBUNA
La UE, más cerca de China y más lejos de EEUU
Profesor de ESADE Business & Law School
Mientras Donald Trump malbarata una hegemonía geoestratégica y el “soft power” estadounidense labrado durante décadas, China apuesta por expandir sus intereses políticos y económicos en todo el mundo, también en Europa. La imagen del impetuoso Trump riñendo sin miramientos a sus aliados tradicionales en las recientes cumbres del G7 y de la OTAN agravó las tensas relaciones transatlánticas hasta el punto que Angela Merkel advirtió que Europa ya no podía confiar plenamente en EEUU y Gran Bretaña. Trump parece encontrarse más a gusto reunido con líderes de países autoritarios que con quienes defienden los valores democráticos. Su agria y maleducada actitud en Bruselas contrasta con la benevolencia mostrada, tres días antes en Riad, con Arabia Saudita y las demás monarquías árabes del Golfo.
Y mientras EEUU gira hacia el proteccionismo, el Imperio del Centro va constituyendo instituciones e instrumentos para redibujar a su favor el nuevo orden mundial del siglo XXI. Y acogió los días 14 y 15 de mayo en Pekín una cumbre sobre las Nuevas Rutas de la Seda en la que participaron representantes de las principales instituciones financieras internacionales, estatales y empresariales. El objetivo: lograr tejer una ambiciosa red de infraestructuras (puertos, ferrocarriles, carreteras y otros equipamientos logísticos) para conectar China con Europa, Asia y África e impulsar los flujos comerciales e inversores intercontinentales. Xi Jinping lidera el “Belt and Road Initiative” (OBOR) y anunció que le inyectará inmediatamente 128.000 millones de dólares. Y aspira contar con los apoyos del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB) con sede en Pekín y de la Nueva Banca de Desarrollo BRICS con sede en Shanghái. La iniciativa que pretende englobar a más de 65 países que suman el 60% de la población y una tercera parte del PIB mundial, es vista con recelos por la UE, Japón, India y de otros países vecinos que temen quedar demasiado dependientes del coloso chino. Primero, por razones políticas. Pero también dudan que Pekín tenga las capacidades financieras y tecnológicas necesarias para llevar a cabo el faraónico plan. Además, se teme que las rutas canalicen unos flujos principalmente unidireccionales que incrementen el superávit comercial chino. En definitiva, una mundialización con características o estándares chinos. Xi Jinping impulsa “el sueño chino” de lograr celebrar en 2049 el centenario de una República Popular China convertida en una indiscutible potencia hegemónica mundial.
La economía crecía un 6,9% interanual en el primer trimestre de 2017 estimulada por el gasto público en infraestructuras y el sector inmobiliario. Pero la agencia Moody’s degradó a principios de mayo, y por primer vez desde 1989, la calificación de la deuda soberana china que pasó de Aa3 a A1. Argumentó que el sistema financiero chino puede erosionarse durante los próximos años debido a un incremento de la deuda que ya representaba más del 260% del PIB a finales de 2016. Era el 160% en 2008. Algunos observadores restan importancia a la nota de Moody’s porque la deuda soberana del país está principalmente en manos de los propios inversores chinos y al abrigo de las turbulencias exteriores. Pero inquieta que Pekín no acabe de corregir unas deficiencias estructurales de su modelo de desarrollo que fragilizan al sistema financiero. El Estado sigue manteniendo a flote demasiados conglomerados públicos excesivamente endeudados y no competitivos pero que emplean a millones de trabajadores. Solo representan el 10% de la producción pero reciben el 40% de los préstamos otorgados por los Bancos Públicos. También el sector privado sigue endeudándose en demasía aprovechando las condiciones favorables de financiación que dopan la inversión. Las reservas de divisas que alcanzaron los 4 billones de dólares en 2014 se han reducido a un tercio. En abril, el FMI volvió a avisar sobre los efectos perniciosos de la excesiva expansión del crédito e insistió que el futuro de la economía china debe depender más del consumo interior.
Y a pesar de unos más estrictos controles de capitales, China sigue acelerando sus inversiones exteriores, preferentemente en Europa. Según la Rhodium Group y el instituto Merics, las inversiones chinas en el viejo continente alcanzaron los 35.000 millones de euros en 2016, un 75% más que en 2015 y cada vez más interesadas en los sectores estratégicos industriales de alto valor añadido y en los servicios. China ya desbancó a EEUU como gran socio comercial de Alemania. Y el grupo chino HNA es el primer accionista de Deutshe Bank.
Pero la UE, cada vez más alejada de EEUU por culpa del insensato Trump, debería evitar caer en las redes chinas, aunque se vistan de seda. Xi Jinping se presentó en la última reunión de Davos como un gran defensor del libre comercio, pero China sigue siendo un país proteccionista como lo atestiguan los informes de la Cámara de Comercio de la UE en Pekín.