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Argentina y Brasil se la juegan

Profesor de ESADE Business&Law School

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América del Sur ha sufrido periódicamente sacudidas financieras. Pero determinados países aprendieron algunas lecciones de las crisis anteriores y tomaron medidas para mejorar la estabilidad macroeconómica necesaria para hacer frente a futuras turbulencias. Cabe destacar Perú, Colombia y Chile que hoy están creciendo un 4,1%, 2,7% y 1,9%. Supieron reducir los déficits públicos y sus deudas en divisas extranjeras, controlar la inflación, liberalizar los tipos de cambio, etc.

Y han reducido su dependencia del dólar e intentan diversificar unas economías ricas en recursos energéticos y naturales, para corregir unas exportaciones muy concentradas en uno, dos o tres productos: hierro, cobre y oro en Perú, petróleo en Colombia, cobre en Chile. Pero la inversión, a diferencia de las economías del sudeste asiático, sigue siendo escasa. En un total caos se encuentra Venezuela, una economía destrozada que no cesó de recular desde 2014 obligando a muchos venezolanos a huir del país para no quedar atrapados en una progresiva y desesperante espiral de pobreza.

Argentina precisa otro rescateLa segunda economía sudamericana y tercera latinoamericana, que ya sufrió situaciones parecidas en 1989 y 2001, recae en otra crisis financiera en 2018. Y reemerge la enorme fragilidad financiera de una economía excesivamente en deuda, el 80% en dólares, y dependiente de una financiación exterior que ahora vuelve a cerrarse. Y se repite un escenario conocido: se disparó la inflación hasta el 27%, el peso cayó más de un 50% desde enero y vuelven la inestabilidad política y social. Argentina deberá ser otra vez rescatada por el FMI. Mauricio Macri llegó a la presidencia en diciembre 2015 prometiendo modernizar las estructuras económicas del país. Las reformas impulsadas, entre ellas la reducción de las subvenciones estatales, permitieron volver a crecer en 2017. Pero se quedaron a medias. Y la política monetaria de Trump, que provocó la subida de los tipos de interés de EEUU y la subida del dólar, acabó de desestabilizar un país cuyos ciudadanos suelen apostar contra el peso argentino. Si los argentinos no se fían de su divisa, no cabe esperar que lo hagan los inversores extranjeros. Macri reaccionó desesperadamente con un severo ajuste fiscal elevando los tipos de interés hasta el 60% para frenar la inflación. Y los préstamos del FMI, 50.000 millones $ necesarios para seguir pagando los vencimientos de la deuda, llegarán pero condicionados a la aplicación de severas políticas monetarias y fiscales dirigidas a reducir los déficits. Los argentinos deberán afrontar otra cura de austeridad que afectará principalmente a los más vulnerables. Otra recesión económica parece inevitable. Macri pierde crédito político cuando se acercan las elecciones presidenciales previstas en 2019. Brasil en una encrucijadaBrasil es la primera economía latinoamericana. Tras sufrir una dura recesión económica (2014-2016), el PIB volvió a crecer un 1% en 2017 y podría hacerlo en torno al 1,5% en 2018. Pero el país no recuperó el dinamismo económico que cabe esperar de un gigante que representa el 50% del PIB de América del Sur. El cuadro macroeconómico, a diferencia del caos argentino, es más estable con una inflación del 4,2% en agosto y unas reservas de divisas de 380.000 millones $. Pero el déficit presupuestario ya alcanza el 7% del PIB provocado en parte por un irracional e injusto sistema de subvenciones y de pensiones que privilegia a los retirados del sector público, a costa de los demás. Tampoco ayuda la política monetaria y comercial de EEUU que perjudicó al real brasileño cuyo valor se depreció más del 20% respecto al dólar desde enero.

Pero el principal problema es una inestabilidad política que viene de lejos. Manuel Temer, que llegó a la presidencia en 2016 tras el impeachment de Dilma Rousseff, también gobernó bajo la sombra de la corrupción. Y fracasó en su intento de reformar el sistema de pensiones. El 7 y 28 de octubre se celebrarán a doble vuelta unas inciertas y polarizadas elecciones presidenciales, legislativas y de los gobernadores de los 27 estados, tras una surrealista campaña electoral marcada por la violencia y la corrupción. Urge renovar la clase política de Brasil para impulsar las reformas estructurales precisas para corregir las desigualdades sociales y mejore unas insuficientes infraestructuras que malbaratan el gran potencial de crecimiento del país. Pero la desesperanza y frustración de muchos brasileños puede situar en la presidencia al derechista y populista Jair Bolsonaro. Es el mejor situado en las encuestas cara la primera vuelta del 8 de octubre, frente a Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores tras la forzada renuncia del expresidente Lula da Silva. El resultado final saldrá de las urnas el 28 de octubre.

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