Elige por ti

Mientras los ilerdenses trabajáis, intentáis vivir tranquilos y hacéis malabares para llegar a fin de mes, ellos piensan por ellos. Y cuando piensan por ti, no esperes nada bueno. La izquierda nos cruje a impuestos. Sus despropósitos los pagamos todos. Con libertad, cada cual tenemos derecho a vivir como nos da la gana, a gastar nuestro dinero con lo que nos apetezca y a decidir por nosotros mismos. Pero no, en Lleida, no es posible. Ellos eligen por ti, o ¿a caso te preguntan?

La izquierda de una u otra manera se alterna y reparte el poder. En público se critican y se atribuyen él y tú más para retroalimentarse, juegan con el lenguaje progre que siempre queda bonito, pero cuando gobiernan nada cambia, sino que nos lo expliquen en Lleida. Estas últimas semanas vivimos una función teatral que lo demuestra, donde unos y otros son parecidos, vistan con americana o camiseta, izquierda se queda.

Por ejemplo, después de décadas de socialismo en la capital, la nueva izquierda es una copia de la anterior: cuando se trata de controlar nuestro bolsillo se ponen de acuerdo. No les gusta que tengáis dinero, por eso, no crean riqueza. Tampoco quieren que hagáis muchas preguntas, no sea el caso que la revolución del hartazgo acabe con el modelo que han construido con sigilo y sutileza.

Les molesta que en Pardinyes os alcéis en contra de un modelo de albergue impuesto y sin consenso. No aceptan críticas a su gestión con la falsa excusa del consenso que no es más que una respuesta de manual. ¿Os han preguntado a los vecinos qué es lo mejor para el barrio? ¿Os preguntaron los socialistas cuándo os negaron la cabalgata de Reyes en su último año de mandato?

Les incomoda que en el Centro Histórico exijáis soluciones inmediatas, después de que los de antes y los de ahora hayan abandonado la recuperación del casco antiguo. O qué decir de los que protestáis por los distintos barrios preocupados por la inseguridad en vuestras calles. ¿Por qué creéis que han creado los Consells de Zona? Para dividir y silenciar a las AA.VV. Mi apoyo als Consells, pero también a las entidades vecinales que algunas lleváis décadas picando piedra.

Dicen que vuestros impuestos sirven para financiar servicios sociales. Me pregunto: ¿es que las calles de Lleida están más limpias, más seguras y con más servicios?

Se creen con posesión exclusiva de la verdad, derecho a todo, a hablar por todos y a aplastar a quien opine distinto con campañas de desprestigio a los disidentes. Nos venden que todas sus decisiones son por el bien de todos, cuando en realidad nos imponen por la puerta de atrás su modelo normativizado y controlador de nuestras vidas: nos quieren pobres y sumisos, dependientes.

Dicen ser sociales, defender los derechos de los trabajadores, pero utilizan nuestros sueldos para pactar que en Lleida paguemos el precio del agua más caro de la historia con una subida del 7,5% y un 75% el alcantarillado. Con nuestros impuestos aprueban medidas que benefician a las mafias ilegales que se aprovechan del sistema para que con patada a la puerta okupar nuestras viviendas, mientras que las colas para acceder a un piso social cada día son más largas. O, ¿qué tiene de social pagar más por la factura de la luz?

Dicen defender el pequeño comercio, pero lo crujen a más impuestos. Dicen promover la movilidad, pero Lleida está teñida de zona azul y aparcamientos privados. Dice, la izquierda, que Lleida somos la segunda capital de Catalunya. Cierto, pero según datos del Departament d’Economia de la Generalitat somos la segunda en deuda, gracias a su gestión.

La izquierda ha permitido y permite que, para acceder al derecho a la salud, paguemos con nuestros sueldos para aparcar en el aparcamiento del Hospital Arnau de Vilanova en perjuicio de usuarios, trabajadores y sanitarios.

Alzo la voz para decir que estamos hartos de que nos tomen el pelo. Cierto que, hasta ahora, en Lleida, no ha habido alternativa a tal despropósito. El centro derecha hemos vivido dormidos, pero hasta aquí. Con una agenda reformista, en 2023, los ilerdenses votaremos para que dejen de gastar nuestros sueldos sin que podamos participar y decidir en qué, hartos de pagar su despilfarro en nombre de los trabajadores.