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Arte para el descanso eterno

En camposantos de Lleida abundan panteones y tumbas monumentales poco conocidos pero con interés histórico o artístico || Se intenta representar la posición social, también tras la muerte

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La visita al cementerio suele ser un momento doloroso, en medio del trance que supone enterrar a un familiar, o de recuerdo cuando se acude luego de forma periódica a rendirle homenaje, por ejemplo en una jornada tan señalada como hoy, Tots Sants. Pero también puede ser una ocasión para disfrutar del arte y la arquitectura funeraria, una práctica muy extendida en cementerios ilustres, como el del Père-Lachaise de París, el de Highgate, en Londres, y muchos otros. Desde luego, los camposantos de Lleida no tienen un valor ni mucho menos parecido ni suelen ser objeto de visitas turísticas, pero tienen elementos de interés, a menudo poco conocidos. El de Lleida cuenta con unos 140 panteones y tumbas monumentales y algunos, sobre todo en los departamentos de Sant Anastasi y Santa Cecília, que datan del siglo XIX, tienen cierto interés arquitectónico, aunque no hay grandes joyas artísticas. Pueden verse distintos estilos que reflejan las tendencias de cada época (modernistas, neogóticos, postmodernos, neoclásicos, historicistas...), con el uso de materiales nobles como la piedra, el mármol y el hierro y otros más comunes como el ladrillo y el hormigón. A lo largo de los años, siempre han habido familias que quieren este tipo de construcciones, e incluso hoy en día hay 3 en construcción. “Históricamente, cada parroquia tenía su cementerio al lado. La gente importante se enterraba en la iglesia y la corriente, en fosas en el suelo, como mucho con una cruz. Con la creación de los cementerios municipales en el siglo XIX se ordena mucho más”, explica el historiador Fernando Arnó, que ha participado en la elaboración de tres libros sobre las tumbas monumentales del cementerio de Lleida. Es a partir de 1840, que la clase media, que no quiere enterrarse en el suelo, crea las primeras filas de nichos, mientras que los más pudientes erigen panteones en los mejores lugares. “Aunque es muy minoritario, siempre hay demanda para una parcela en la que construir un panteón. Se intenta representar en la muerte como se era en vida y la gente de éxito quiere mostrarlo. El mundo de los muertos no deja de ser una representación del de los vivos”, afirma Arnó.

El camposanto quizá más original de Lleida es del de Olius, en el Solsonès, que celebra su centenario. Se trata de un conjunto modernista de gran valor patrimonial obra de Bernadí Martorell, discípulo de Antoni Gaudí. Otro cementerio digno de mención es el de Cervera. Entre sus puntos emblemáticos está el memorial de la guerra civil, con una fosa donde fueron enterrados 400 hombres. También cuenta con una piedra que recuerda el monolito de la Processó del Puro, una procesión laica –hoy recuperada– que cada 16 de febrero discurre desde la Paeria hasta el cementerio para recordar los fallecidos durante la última guerra carlista. Enfrente, el cuidador del cementerio, Miquel Codina, ha dispuesto en forma de exposición diversas lápidas de los siglos XVIII y XIX que encontró en un almacén y que destacan por sus epitafios o su diseño.

El camposanto de Tàrrega también tiene encanto. En su parte antigua, destaca la tumba de la de la familia Segarra, con un magnífico sarcófago lleno de detalles y junto a este un gran ángel custodio que lo acompaña. Otra capilla con detalles góticos muy elaborados es la de la familia Solé Sarries. Entre las perlas del territorio también está el cementerio de Lloberola (Biosca), donde la media docena de vecinos guardan con celo bajo la torre de su castillo dos sacófagos góticos que presiden el camposanto. Toda una obra escultórica en piedra muy rica en detalles como el sello del siglo XIV de la familia Saciera.

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