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Aquelarre, de fiesta a tradición
Cervera celebra hoy la jornada central de su cita festiva más emblemática, en plena forma en su 40 edición || Comenzó entre un grupo de amigos en 1978 y reúne ahora a miles de personas
El Aquelarre de Cervera cumple 40 años. Lo que durante muchos años fue una fiesta local, hoy es sin duda una de las tradiciones genuinas, únicas y exportables de Lleida. Genuina, porque es una celebración que se cuece íntegramente en casa. De hecho, el Aquelarre es una escuela de actores, directores, coreógrafos, diablos y músicos locales. Única, por el hecho que combina en un mismo escenario ingredientes tan diversos que no tiene ningún parecido con otros montajes. Finalmente, exportable, porque da nombre a Lleida tanto por la cantidad de público que atrae como porque muestra al exterior una forma de hacer las cosas muy propio de la gente de aquí. Por estos motivos y porque hoy, cuando los organizadores se plantean el montaje, parten de un protocolo estricto. Es decir, la piensan con la vista puesta en las generaciones anteriores (Encesa, Invocació, Aparició y Escorreguda), es por lo que podemos afirmar que el Aquelarre ha pasado de ser una fiesta a ser una tradición de Lleida.
Surgió fruto de las ganas de hacer cosas diferentes al filo de la transición democrática. Romper con unas tradiciones y costumbres muchas veces impuestas. Pasó en todas partes.
El Aquelarre, brujas, fuego y música en una cita consolidada del calendario festivo popular catalán
En el caso de Cervera se trataba de una decena de jóvenes, l’Assemblea de Joves, que aquel 1978 habían creado la revista local Carreró y querían organizar también una fiesta en la plaza y calle Major y se lo prohibieron. A cambio, les propusieron hacerla en el Carreró de les Bruixes, llamado así por el hecho de ser una zona marginal y tenebrosa en la que los más pequeños apostaban por ver quién se atrevía a cruzarlo en solitario. Aquel año, algunos de aquellos jóvenes habían estado en África, y para organizar el montaje diseñaron un bestiario colorista que hoy sigue presente en la fiesta. Lo cierto es que aquella primera edición poco tiene que ver con lo que hoy es el Aquelarre. El programa consistía en cine, una boîte (discoteca) con sesiones de “rápido, lento y pachanguero”, marionetas, bar y un pasacalle infantil. De aquella primera edición se mantiene también vigente el hecho de que la bruja del Aquelarre no da miedo. Es una viejecita simpática, traviesa y con ganas de pasarlo bien.
Es a partir del tercer año que se estrenan dos paradas de tarot y un concierto de música con la presentación del grupo local Narcòtic. En la quinta edición, el Carreró ya había quedado pequeño. La organización planteó aquel año ampliar la fiesta a la plaza Major, lo cierto es que fue un fracaso. Si el Carreró era pequeño, la plaza Major era demasiado grande.
El primer gran cambio tuvo lugar en la sexta edición con el nacimiento de la Companyia d’Animació la Matraca. Incluyeron el teatro de calle en 1981, la música de gralla y tambores de Quim Granell, y al año siguiente los correfocs y los montajes escénicos ‘perversos’ en los balcones de la calle Major. El Aquelarre iba tomando forma y sería galardonado en 1985 por la Escola Superior de Tècnics en Animació Socio-Cultural i Turística de Barcelona, por la utilización de elementos culturales propios y por conseguir una participación “popular, imaginativa y singular”. Con la Matraca llegaba también el Mascle Cabró, obra de Alba Cuñé, y la Polla, el Drac que hoy también preside el Aquelarre con danza propia. Un accidente en 1986 (explotó una mochila de carretillas provocando diversos heridos) fue el primer contratiempo de la celebración. La Matraca comenzaba su declive. Durante un par de años fue la Paeria la que se ocupó de la organización. El 13 Aquelarre fue también un desaguisado, ya que la lluvia obligó a suspenderlo. Sin embargo, entonces el Aquelarre ya había conseguido vida propia. Tomaba el relevo de la organización el GREPP Teatre, el grupo de teatro de La Passió, y dentro de este destacaba la creatividad de Xavier Porredon, que diseñó durante varios años el montaje. El GREPP amplió el escenario en la plaza y con ellos quedaban muy definidos los 3 momentos del Aquelarre: “Invocació, Aparició y Escorreguda”.
El siguiente paso tenía lugar en 1995, momento en que toman el relevo del fuego el Grup de Diables de Cervera Carranquers. El Carreró ya había desaparecido de la fiesta, pero esta se había ampliado al Portalet, la Barbacana, la plaza Santa Anna y al Fossar como puntos de música y correfocs.
En 1997 nace la fiesta infantil, el Aquelarret, y la Fira del Gran Boc, esta última en los patios de la Universitat. Por entonces el Aquelarre había dejado pequeña la plaza Major y en 1997 se traslada al castillo, dirigido durante tres años por uno de los creadores de la fiesta Pep Oriol. El Aquelarre vestiría por primera vez música propia de la mano de Amadeu Pipó, Xesco Grau, Ton Granell, Lluís Sanfeliu, Manel Pedrós, Xavi Mayora...
El siguiente paso fue el traslado del montaje a su actual emplazamiento, Cal Racó, a cargo del diable Evarist Farré. A partir de este momento los espectáculos están dirigidos por Alea, Jordi Morales, Xavi Hidalgo, Xavi Martí, Fadunito, GREPP, Sílvia Pons y Albert Parra, este último en 7 ocasiones contando la presente. Solamente en una ocasión en montaje del espectáculo fue dirigido por una compañía externa, fue en 2004 con el grupo de La Garriga Artristras. Este mismo año tiene lugar el último paso de la celebración ampliando no el espacio sino los días. Comenzó el viernes de la mano del grupo de percusión Band Tokades y los Diables Carranquers, y en los próximos años el Dijous Gras, dedicado a las mujeres; el Dimecres de Cendra, que recupera la fiesta originaria en el Carreró de les Bruixes; y en los últimos años el martes con la fiesta de los comerciantes, y el lunes con el Birracrucis de la Assemblea de Joves.
Finalmente, hay un elemento que identifica cada una de las 40 ediciones del Aquelarre y es la unión por un día de todos los grupos y artistas locales para organizar el montaje. Uno lo organiza y los demás le dan pleno apoyo. Así hoy no se entendería el Aquelarre sin la presencia del GREPP, Bantokades, Sound de Secà, Geganters, Bombollers, Campaners, Fadunito, Alea, y de los escenógrafos Alba Cuñé y Xavi Badia.
Uno de los secretos del Aquelarre está en incluir desde su primera edición a los más pequeños. Esto ha garantizado el relevo y la continuidad.
Lo que más ha cambiado es el presupuesto, que en su primera edición fue de 52.052 pesetas (313 euros) y hoy es de 190.000 euros, es decir, 607 veces mayor.