TRADICIONES CELEBRACIÓN
La 40 edición del Aquelarre de Cervera culmina con más de 30.000 visitantes
La fiesta de las brujas rinde tributo a la capital de la Segarra por tierra, mar y aire
Cervera recibió desde el pasado jueves a más de 30.000 visitantes para disfrutar de la fiesta del Aquelarre, que este año cumplió 40 ediciones. Como es tradicional, la aparición y ‘escorreguda’ del Mascle Cabró, la madrugada del domingo, fue el punto culminante de esta emblemática fiesta del fuego y las brujas en la capital de la Segarra.
Cervera vivió la noche del sábado al domingo su Aquelarre más masivo. Según el alcalde, Ramon Royes, la fiesta llevó en sus tres días a la ciudad a más de 30.000 espectadores, “5.000 más que en la última edición”. También fue el espectáculo con mayor presupuesto y con mayor despliegue de medios. Un “Aquelarre XL”, concluyó Royes. De hecho, dijo que el de este año será el último que se contará por años: “a partir de ahora será el Aquelarre y punto”. Por su parte, las brujas llegaron a la ciudad por tierra, desfilando por el centro histórico durante la Cercavila; por mar, ya que tanto la Encesa de la Universitat como la Invocació contaron con una gran barca de 20 metros que hizo las delicias del público; y por aire, pues el Mascle Cabró y la bruja de Cervera aparecieron montados en dos grúas gigantes y fueron elevados sobre el público a 25 metros de altura. “El segundo acto ha sido redondo”, reconoció el director artístico, Albert Parra, que lleva ya siete ediciones de esta gran fiesta a su espalda. Así, la Invocació contó con más de medio centenar de actores y músicos que ofrecieron una actuación de 360 grados con escenarios en cada uno de los cuatro lados de la plaza y en el centro. En esta ocasión, la actuación teatral tuvo a la muerte y la purga del alma como argumento. El espectáculo representó a un grupo de almas mortales avanzando hacia el paraíso terrenal para ser juzgadas por sus pecados. El Mascle Cabró y las brujas pusieron a prueba la capacidad de redención de los mortales en un viaje sensorial lleno de luz y color.
Según Parra, la parte no material de los mortales se debatió entre el bien y el mal, en una clara metáfora de la situación humana. La música fue compuesta por Carlos Monfort.