Devuelve tras 20 años el dedo de una escultura de Guissona
Se rompió accidentalmente y lo guardó en un paquete vacío de cigarrillos
La noche de Reyes de 1999 un grupo de jóvenes de Guissona siguió con la tradición de llenar de carteles satíricos esta población de la Segarra. “Pero antes de las nueve de la mañana, el ayuntamiento ya los había retirado todos y nadie pudo leerlos, lo que nos indignó”, explica Albert Ribalta, que entonces tenía 19 años. Al día siguiente, la noche del 6 al 7 de enero, estos jóvenes se dispusieron a contraatacar con otro cartel de grandes dimensiones en el que denunciaron la censura impuesta desde el consistorio. “Como estábamos escarmentados, decidimos usar una escalera muy grande de mi padre, que se dedicaba a la construcción, para asegurarnos de que el ayuntamiento no lo tuviera fácil para descolgar el cartel y que todo el pueblo pudiera leer nuestra queja en pleno día de mercado, cuando más gente hay en la calle desde primera hora de la mañana”. Albert Ribalta fue el encargado de subirse a la escalera. “Colgamos el cartel a la altura de la cara de la escultura del Pare Coll que hay en la parte izquierda de la fachada de la iglesia de Santa Maria”. Muy alto. Ribalta se desequilibró y a punto estuvo de caerse. “Paró el golpe la estatua”, asegura. No hubo heridos, pero el Pare Coll perdió un dedo esa noche. “No sabía qué hacer, así que simplemente lo recogí del suelo y lo guardé en un paquete de cigarrillos vacío”. Al llegar a su casa metió la cajetilla con el dedo de piedra en un cajón de su habitación y no dijo nada de lo sucedido. “Como habíamos tenido este pique con el ayuntamiento, supongo que tuve miedo a represalias”, asegura. Siempre pensó en devolver el pulgar, pero cuando amainó la tormenta por la guerra de los Cartells de Reis había pasado mucho tiempo y se le olvidó por completo. Casi dos décadas después, Albert Ribalta se reencontró con su particular tesoro. “Buscaba algo en la habitación en la que dormía cuando vivía en casa de mis padres y me tropecé con el viejo paquete de Winston”, explica. Como ya ni siquiera fuma le llamó la atención y, de pronto, recordó todo lo sucedido en 1999. Ribalta pensó que era el momento de escribir el final a esta rocambolesca historia. “Como soy amigo de David Castellana, historiador y técnico de Cultura del ayuntamiento de Guissona, contacté primero con él para explicarle el caso y me recomendó que hiciera la donación del dedo al Museu Eduard Camps”. Ribalta, que ya no reside habitualmente en Guissona, delegó en su madre para retornar el pulgar de piedra del Pare Coll dentro de la misma cajetilla de tabaco en la que había pasado los últimos diecinueve años.
FINAL FELIZ
“Como están restaurando la fachada de la iglesia es el momento oportuno para que el dedo vuelva a su legítimo propietario, ya que incluso están los andamios puestos”, asegura. Fuentes del Museu de Guissona avanzaron que el dedo se colocará en la escultura del Pare Coll próximamente, ya que no presenta ningún desperfecto. Un final feliz para una insólita aventura.