Franco ya no está con sus víctimas

La exhumación de los restos del Francisco Franco se preveía movida tras más de un año de trámites administrativos, de obligadas reformas legislativas en el Parlamento y de una dura batalla en los tribunales. Sin honores militares y en una ceremonia sobria pero llena de simbolismo, los restos del dictador abandonaron ayer el Valle de los Caídos para ser trasladados a un panteón en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio, donde también reposa su esposa, Carmen Polo. Una veintena de familiares del dictador, entre ellos su nieto Francis Franco, y la actual duquesa de Franco, Carmen Martínez-Bordiú, asistieron a la extracción del féretro, protegido desde hace 44 años bajo una losa de mármol de 1.500 kilos. Su salida de la basílica en San Lorenzo de El Escorial, con los allegados portando en hombros el ataúd con los restos del dictador, fue completamente opuesta a su multitudinario entierro el 23 de noviembre de 1975. Sin cámaras ni teléfonos móviles, la apertura de la fosa se llevó a cabo con los operarios imprescindibles un forense y la ministra de Justicia, Dolores Delgado, que levantaba acta como Notaria Mayor del Reino. Como estaba previsto, un helicóptero militar transportó el féretro hasta el barrio madrileño de Mingorrubio, donde nostálgicos de la dictadura, entre ellos el exteniente coronel Antonio Tejero, condenado por el 23F, aclamaron la llegada de Franco y agredieron a una periodista.La ceremonia de inhumación, oficiada por uno de los hijos del citado Tejero, se celebró en la intimidad familiar y esta vez sí, con el féretro cubierto con la enseña preconstitucional con la que fue enterrado en 1975. Los descendientes de Franco tacharon el traslado de un “impúdico circo mediático” y Francis apuntó que “no podemos estar satisfechos pero ha sido digno”.