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La caída de las discotecas

La crisis y los cambios de hábitos, las principales causas de la transformación de la noche leridana || La Florida de Fraga, Kipps de Agramunt y Corona I de La Seu d’Urgell, de las primeras

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528547_1.jpgÒSCAR MIRÓN

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La crisis, el incremento de los controles de alcoholemia, el cambio de hábitos en los jóvenes, las restricciones horarias y la baja natalidad tras el fenómeno del ‘baby boom’ son algunas de las causas de la desaparición de grandes discotecas que marcaron época, como Wonder, Big Ben o Florida 135, y amenazan con terminar con sus ‘hermanas pequeñas’

Lejos queda ya aquella época en la que cuando se ponía el sol en Ponent el fin de semana, jóvenes de todos los rincones de Catalunya –y de más lejos– llegaban atraídos por la magia de colosales discotecas como Wonder, BigBen, Waikiki, o Florida 135. Fue un fenómeno nacido a mediados de los sesenta que fue de menos a más hasta llegar a la cúspide en los noventa y que, para sorpresa de algunos, no empezó en Lleida sino en municipios como Agramunt, con la Kipps (1969); o capitales de comarca como La Seu d’Urgell, con el Corona I (1965), la primera discoteca –o boîte, como solían llamarlas entonces– de la provincia. Más antiguo, incluso, era el origen de La Florida de Fraga, que nació como sala de baile en 1942.

Hoy en día, no solo han desaparecido las inmensas pistas de baile de esas macrodiscotecas como Wonder o Big Ben, sino que sus ‘hermanas pequeñas’ se han visto reducidas en gran número. Algunos de los motivos, aunque no exista un consenso unánime entre expertos y empresarios, parecen claros. El primero y en el que más coinciden es la llegada de la crisis. Salir de fiesta “cuesta más dinero que antes”, en un contexto en el que “los jóvenes tienen menos recursos económicos y se encuentran en situaciones más inestables”, señala el leridano Eduard Ballesté, antropólogo e investigador posdoctoral en la universidad Pompeu Fabra. Esta recesión económica llegó casi a la par que la conocida como ley antitabaco, que entro en vigor en 2011 y prohibió fumar, entre otros lugares, en las discotecas; algo que, sin duda, también afectó a este tipo de negocio. Desde el punto de vista policial ya se había asestado el primer golpe en los noventa con el incremento de los controles de alcoholemia –algunas veces instalados en la misma salida del recinto–, que se ampliaron años más tarde con los drogotests. Todo ello, sumado a las restricciones horarias de los ayuntamientos, provocó un descenso considerable del número de jóvenes que deciden salir de noche “a tomar algo”.

En un contexto en el que los jóvenes se comunican a través de redes sociales las discotecas pierden peso

La crisis ha provocado que las nuevas generaciones se inclinen por otros tipos de ocio más asequibles

Otra de las causas que ha contribuido al ocaso de estos locales es el cambio de hábitos en los jóvenes millennials (nacidos entre 1985-1995) y la generación Z (1995-2005), quienes han crecido con el auge de las nuevas tecnologías y el boom de internet. Y es que tal como advierte Robert Hernando, el último gerente de la discoteca Wonder –Joker’s para los nostálgicos–, “en el momento en que nacen Facebook o Instagram, conocer a alguien en una discoteca ya no es necesario”. Además, han crecido en una sociedad con una oferta más variada en cuanto a ocio con precios igual o más asequibles que salir de fiesta. Así, “muchos prefieren irse a esquiar, viajar o, simplemente, comprarse un móvil de 1.000 euros antes que salir tres veces de fiesta por semana como hacían antes”, subraya Hernando.

Algo que a menudo se ha puesto asimismo sobre la mesa es el descenso de la natalidad. La generación del baby boom se ha hecho mayor y el número de jóvenes se ha visto reducido. Sin embargo, según Ballesté, este es un dato engañoso. “Aunque el descenso de la natalidad es un hecho, la población jóven se ha mantenido debido a la inmigración. Durante los primeros años, con origen en Sudamérica, y ahora, en el norte de África”, señala el investigador. Así, el problema seguiría siendo el ‘bolsillo’ y no tanto la demografía, apostilla este antropólogo.

Los que no parecen tan afectados por la economía de los jóvenes son los pubs, locales de entrada gratuita que, al menos en la capital, siguen llenándose los fines de semana hasta las 03.00 horas. De hecho, podría decirse que estos ‘pequeños’ negocios son la principal competencia de las discotecas, del mismo modo que los bares y restaurantes –sobre todo en verano con las terrazas– lo son de los pubs. La cosa tiene su lógica: la manera de salir ha cambiado y la ‘fiesta’ comienza más tarde.

A pesar de esta tendencia, entre los jóvenes de 16 a 22 años vuelve a repuntar la idea de reunirse en las discotecas. Sin embargo, tanto expertos como empresarios coinciden en mandar la misma advertencia: “hay que reinventarse o morir”.

¿Por qué cerró la Wonder?

Porque faltaba un plan de negocio. La empresa no funcionaba y los propietarios cada vez se llevaban peor entre ellos. ¿Conoces el dicho de ‘un pez que se muerde la cola’?

¿Cuál fue el desencadenante?

El cambio en la manera de comunicarse y socializar de los jóvenes. En el momento que puedes hacer todo eso a través de las redes sociales, salir de fiesta pierde significado.

¿Es cuestión de hábitos?

En gran parte, aunque hay que sumarle que cada vez hay más opciones económicas de ocio. Unos prefieren ir a esquiar, otros viajar y otros un móvil de 1.000 euros, antes de salir todo el fin de semana.

¿Volverá la fiebre de las discotecas en Lleida?

Ahora parece que haya un repunte entre los jóvenes de 16 a 22 años. Quizás necesiten otra vez el contacto físico.

¿Por qué quedan cada vez menos discotecas?

En Lleida hubo en su tiempo un boom enorme en oferta festiva que era muy difícil de mantener. Fue en ese contexto cuando llegó la crisis. Con ella aumentó la precariedad entre los jóvenes y cambió sus expectativas de futuro.

¿Ahora se quedan en casa?

No, la vida en la calle siempre ha existido. Simplemente muchos no pueden pagarse la entrada a una discoteca que, además, ha subido los precios.

¿Algún otro motivo?

Hemos visto que antes había más diversidad de estilos entre estos locales. Ahora parece haber un modelo único y, por ende, más competencia.

¿Volveremos a vivir en Lleida un fenómeno festivo similar?

Creo que el modelo de las macrodiscotecas está obsoleto. Sin embargo, quedan nuevas fórmulas por descubrir.

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