ESNOTICIA
Seis personas en 90 metros
Imaginación al poder de una familia de La Bordeta para sobrellevar un confinamiento de más de 40 días en el que ha habido momentos de optimismo, pero también de desánimo
Casi todos los vídeos y fotos de familias confinadas que muestran los medios de comunicación están ambientados en casas con terrazas o jardín. Pero no todo el mundo tiene la suerte de disponer de tanto espacio. La mía es una familia numerosa de seis miembros que comparte un piso de 90 metros cuadrados. Yo soy la mayor de cuatro hermanas, tengo 19 años y estudio Educación Social en la UdL, a la vez que trabajo en una residencia de personas con diversidad funcional que, como tantas otras, se ha visto afectada por la Covid-19. Mis padres también trabajan fuera de casa y mis hermanas (una de 14 y unas gemelas de 13 años) están tratando de seguir el curso a distancia con dos ordenadores. No ha sido fácil para nadie, tampoco para nosotros.
Me gustaría creer que de esta situación tan desastrosa sacaremos lecciones de vida que nos acompañarán siempre, tanto a nosotros como a las próximas generaciones. Pero estás lecciones llegarán después. Por el momento, tratamos de lidiar con el día a día.
Nunca hubiéramos pensado que un piso, relativamente pequeño, nos diera tanto juego. Y, por supuesto, no es sencillo y cada día pesa más, pero no es momento para lamentaciones ni pensar en lo que no tenemos, sino de sacar partido a lo que sí tenemos. Ya hemos montado una playa en el balcón de apenas 5m², jugado a tenis con sartenes, decorado la casa con todo tipo de ornamentos de ánimo, elaborado calendarios para conciliar los estudios online de tres adolescentes de instituto y una universitaria, entre muchas otras aventurillas.
Así, nos levantamos cada día y hacemos las tareas del hogar, democráticamente repartidas. Después, nos dedicamos a las académicas y seguimos con el día. Después de comer vemos una película, o dos, y después inventamos algo. Jugamos, grabamos algún vídeo, como montar un Bar-Cón, y después aplaudimos, todos los días, a las 20.00h rigurosamente y ponemos el himno Resistiré con los vecinos. Es nuestro momento.
Un poco de vida social y de alegría. Hay días que con eso basta para retener la energía. Y otros en los que acusas el cansancio después de tantas semanas, estás más irritable y lo ves todo negro. Una montaña rusa de emociones. Queremos creer que sí, que resistiremos y que todo irá bien. Que los arcoiris dibujados en todas nuestras ventanas, algún día cobrarán sentido, pero por ahora no lo vemos.
Las tres adolescentes de casa han estado cuarenta y cinco días sin salir. Tirar la basura en la acera de enfrente era lo máximo que se les ha permitido. Mientras una baja, el resto salimos al balcón y sonreímos por la que está respirando aire puro a pie de calle.
Y por fin, el domingo pasado llegó el día en el que que se permitió a los niños salir en unas horas y condiciones determinadas. En nuestro caso, también eso creó mal ambiente en casa. La que peor lleva el confinamiento tiene 14 años y, como tal, no podía salir con nuestros padres, pero tampoco quería salir sola a comprar, pues no es fácil adaptarse a esta situación actual.
Y de repente ponemos las noticias y vemos que otras tantas familias habían decidido actuar de manera egoísta, faltándonos el respeto al resto de la población y, por supuesto, a todas las personas que están en la primera línea de fuego desde el primer momento sin cuestionarse la bondad de las personas.
La incógnita es cuándo recuperaremos la normalidad. Si es que alguna vez nada vuelve a ser normal.