Enfermeras de la Covid-19 en la UCI del Arnau de Lleida: “Repetiríamos sin pensarlo”

Uno de los colectivos sanitarios que ha estado en primera línea en la lucha contra la Covid-19 y que ha dado todo y más de lo que se le exigía es el de las enfermeras. Han tenido que trabajar usando una vestimenta para evitar contagios que tachan de “horrorosa” -debido a la cantidad de prendas, el calor que provocaba y que no se podían quitar en horas ni para beber ni ir al baño- para llevar a cabo todas las tareas que necesitaba el paciente. Este diario ha hablado con tres que durante el pico de la pandemia en Lleida estuvieron en primera línea en las camas de UCI que había en el hospital Arnau de Vilanova (que llegó a tener 43 pacientes), y coinciden en que, a pesar de lo duro que ha sido, sobre todo a nivel emocional, “lo repetiríamos sin pensarlo ni un segundo”.

Yolanda Arilla, enfermera en la UCI desde hace 11 años, y Patricia González, estudiante de cuarto curso de Enfermería, trabajaron en la UCI “normal”. “Antes de entrar, nos poníamos un pijama limpio, un gorro, mascarilla y cubrepiés”. Esta Unidad tiene un espacio muy amplio con una veintena de boxes. “Para no gastar todo el material, nos dividíamos en grupos de dos enfermeras y una se ponía todo el traje, con la bata, dos o tres guantes, gafas de buceo y pantalla, y esta hacía la ronda por todos los pacientes mientras la otra esperaba fuera del box por si faltaba algún medicamento”, explica Yolanda. Cada ronda podía durar unas tres horas, en las que la enfermera no podía comer, ni beber ni ir al baño “porque sino luego tenías que volverte a cambiar”. “Trabajar con eso es horroroso, pasas mucho calor y tardas más tiempo en manejar al paciente”, asegura González. Por su parte, Mireia Aige, enfermera del bloque quirúrgico, estaba en la UCI que se habilitó en la zona quirúrgica, que llegó a tener 14 pacientes. “Íbamos todo el turno de siete horas con la vestimenta, por lo que tampoco comíamos ni bebíamos ni íbamos al baño”, señala, aunque asegura que lo más duro fue el calor que daba el traje y que era muy complicado poner entre cinco personas a un paciente boca abajo para que respirase mejor. Las tres aseguran que psicológicamente lo han llevado “bien” y que el trabajo en equipo ha sido clave. Eso sí, lamentan que después de haberlo dado todo, al final algunos pacientes fallecieran. “Sentías impotencia y rabia”, afirman.