LITERATURA ÓBITO
Últimas tardes con Marsé
Muere a los 87 años el gran retratista de la Barcelona de postguerra || Escritor autodidacta y pieza clave en la literatura en lengua castellana, recibió múltiples premios, entre ellos el Cervantes
El escritor Juan Marsé falleció ayer en Barcelona a los 87 años. Fue uno de los destacados novelistas españoles de la segunda mitad del siglo XX y uno de los que ha visto más obras suyas adaptadas al cine. El gran retratista de la Barcelona de la posteguerra, Marsé era un escritor autodidacta y multipremiado, galardones que le reconocían como una pieza clave en la literatura en lengua castellana.
Su carrera empezó en 1958. Mientras trabajaba como operario en un taller de joyería, empezó a publicar sus relatos en revistas literarias y ganó el Premio Sésamo con un de ellos. Fue el primero de sus galardones, entre los que destacan el Premio Biblioteca Breve, el Premio Planeta, el Premio Ateneo de Sevilla, el Premio de la Crítica, el Premio México de Novela, el Premio Ciudad de Barcelona, el Premio Nacional de Narrativa y, en 2008, el más que merecido Premio Cervantes.
«Ha muerto Juan Marsé, uno de los autores más populares de la Escola de Barcelona. Escritor multipremiado, nos deja como legado decenas de obras de una calidad excepcional. Descanse en paz».
«En Barcelona nos sentimos como si nos hubieran arrancado un pedazo de nuestra alma. Nuestro compromiso es seguir luchando para que la Barcelona de los barrios que tan bien retrató y amó, no muera nunca. Mi más sentido pésame a sus personas queridas».
Marsé nació en Barcelona el 8 de enero de 1933 y de joven ya se vinculó a la llamada Generación de los 50, que en su ciudad estaba liderada por los poetas Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y el también editor Carlos Barral (Seix Barral). El gran protagonista de su mundo narrativo fue la Barcelona de postguerra, que también había sido escenario de su infancia, además de su vida en el barrio del Guinardó; y su personaje del Pijoaparte es un reflejo de todo eso.
Sería en 1965, gracias a Últimas tardes con Teresa, cuando Marsé abandonó el oficio de joyero para empezar a colaborar con editoriales, traducciones y guiones de cine. La oscura historia de la primera Montse (1970), Si te dicen que caí (1973), no publicada en España hasta 1976 por la censura franquista, y La muchacha de las bragas de oro (1978), con la que ganó el Planeta, comienzan a configurar el prestigio de Marsé y a consolidar su calidad literaria. El amante bilingüe, El embrujo de Shangai o Rabos de lagartija, publicada en 2000, lo convierten en uno de los novelistas españoles más importantes. Su relación con el cine ha sido intensa, y no solo por haber colaborado en varios guiones, sino porque muchas de sus novelas fueron adaptadas a la gran pantalla, aunque no quedó del todo satisfecho con el resultado. También con el periodismo. Trabajó en la revista Art-Cinema y fue redactor jefe de Bocaccio y Por favor.
Un catalán que recibió el Cervantes por renovar la novela en castellano Con un discurso lleno de humanidad, sencillez y sentido del humor, Juan Marsé fue el primer escritor catalán en recibir en 2009 un merecido Premio Cervantes que reconoció su contribución a la renovación de la novela en lengua castellana. Marsé estaba en el médico cuando se anunció el fallo en noviembre de 2008 y tardó casi dos horas en saber que era el ganador del Cervantes. No tenía móvil y se enteró del premio por los periodistas que le esperaban en la puerta de su casa. “La salud es lo primero”, aseguró el escritor. Pero aseguró que “el premio está en la escritura”. Porque Marsé era un escritor volcado en su oficio, “amante incondicional de la fabulación”, como señaló en su discurso al recoger el Cervantes. Con unas palabras impregnadas de verdad y de humor, Marsé aseguró que nunca vio “nada anormal” en ser “un catalán que escribe en lengua castellana”, pese a que algunos lo consideraban “una anomalía”, “un desacuerdo”. En su intervención tuvo espacio para recordar a su padre, que estuvo “preso por rojo, separatista y republicano” y que en la posguerra tuvo que sacrificar los libros en catalán en una hoguera nocturna como “purga preventiva”.