La comunidad musulmana de Lleida, al alza

La comunidad musulmana residente en las comarcas leridanas superó a finales del año pasado los 45.000 fieles y ya representa el 10% del total de la población de la provincia. Según los últimos datos del Estudio Demográfico de la Población Musulmana elaborado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y el Observatorio Andalusí, la población en Lleida se ha disparado un 22% en cinco años, pasando de las 37.129 personas afines a esta religión en 2014 a las 45.293 que se contabilizaron el año pasado. En cuanto a la nacionalidad, siete de cada diez fieles son de origen extranjero, aunque la cifra de musulmanes españoles también ha seguido una tendencia al alza, siendo actualmente 13.856. Y es que, según el informe, la mayoría de los ciudadanos españoles que profesan el Islam son hijos, nietos y bisnietos de musulmanes, que ya nacieron en el país. Cabe destacar que el porcentaje de población musulmana respeto al total de residentes de las comarcas leridanas duplica el del conjunto del Estado, en el que solo un 4% del total profesan esta religión. En cuanto al número de mezquitas en la provincia, el departamento de Justicia de la Generalitat contabilizó el año pasado un total de 27, dos más que en 2015. En Lleida ciudad, el primer templo de la comunidad abrió en 1997 en un local situado en la calle Pau Claris. Cuatro años después, se trasladaron a un antiguo aparcamiento de la calle Nord, pero el templo provocó numerosas quejas vecinales y en 2010, tras varias multas, la Paeria acabó por clausurarlo por exceso de aforo. Actualmente, los musulmanes de la capital de Ponent rezan en el Palau de Vidre. El año pasado la comunidad adquirió una finca junto al puente de Pardinyes para edificar una centro de culto, aunque la normativa urbanística vigente lo impide al ser zona inundable.

La provincia cuenta con 27 mezquitas y la mayoría se concentran en el Segrià, según los datos de Justicia

La crisis del coronavirus también ha obligado a la comunidad musulmana a adaptar la celebración de la fiesta del cordero, una de las festividades más importantes del Islam, que conmemora el pasaje del Corán en el que Ibrahim quiere sacrificar a su hijo como un acto de obediencia a Dios, lo que este impide, por lo que acaban sacrificando un cordero en su honor. Y es que, si el año pasado más de 5.000 fieles participaron en un multitudinario rezo en el Palau de Vidre, la tradición de este año ha estado marcada por las restricciones del coronavirus, limitándose a las comidas familiares. En este sentido, el departamento de Justicia envió a finales de julio una carta a los ayuntamientos donde recomendaba no ceder espacios para hacer la plegaria multitudinaria musulmana del primer día de la Fiesta del Sacrificio, que empezó el 31 de julio y se prolongó durante tres días. Los protocolos de seguridad contemplaban que solo los carniceros podrán entrar a los mataderos a buscar los corderos, con cita previa; los mataderos no podían librar corderos a particulares; y estaba prohibida la concentración de personas en los alrededores de los mataderos. La fiesta se celebra matando un cordero según el ritos islámico y, según los datos de la Generalitat, se estima que el año pasado se sacrificaron más de 50.000 de estos animales. La carne se comparte un tercio en familia, un tercio con gente necesitada y un tercio con amigos o vecinos, aunque no sean musulmanes. Las comunidades islámicas tradicionalmente piden a los ayuntamientos espacios para hacer la plegaria conjunta del día de la fiesta por lo que, debido al repunte de casos de coronavirus en el Segrià, la Noguera, el área de Barcelona y l’Alt Empordà, este año la Generalitat recomendó que no se hiciera para prevenir posibles contagios.