PUBLICACIONES MEMORIA HISTÓRICA
Todos tenían nombre
El trabajo de investigación del historiador Jordi Oliva durante más de 30 años ha permitido identificar a las más de 400 víctimas de la gran fosa del cementerio de Cervera || Los familiares reconstruyen sus biografías en un libro gestado en una década de encuentros anuales
Internet obra milagros. El historiador Jordi Oliva, discípulo de Josep Benet, lleva más de treinta años trabajando la memoria histórica. A finales de los años ochenta logró identificar a las 410 personas enterradas en la gran fosa común (en realidad más de una fosa) del cementerio de Cervera. De hecho, a todas las víctimas de la Guerra Civil en la Segarra, “pero en 1987, era muy difícil que esta información llegara a las familias”, por lo que se quedó en un cajón. Todo cambió cuando el trabajo de investigación de Oliva se trasladó a la red. “Tuvimos imputs desde el primer momento”, asegura. De forma espontánea, algunos familiares se desplazaban hasta la capital de la Segarra a depositar flores en el cementerio. En muchos casos no supieron hasta entonces qué había sido de sus seres queridos. Una cicatriz abierta durante más de setenta años. Con la complicidad de Ramon Castelló y Juli Lago, de la Paeria de Cervera, se decidió, entonces, dignificar la fosa común. Las obras se inauguraron en septiembre de 2008. Paquita Buron, hija de un soldado republicano enterrado en esta fosa, fue quin tuvo de idea de recopilar las biografías de las víctimas. “Se estableció un vínculo estrecho entre las familias y cada primer sábado de septiembre nos encontramos para recordarlas en el cementerio de Cervera”. Este año el encuentro se tuvo que suspender por la pandemia. “Una pena, porque era una edición muy especial, ya que presentábamos el libro Desenterrar l’oblit (Fonoll)”, en el que se recogen una veintena de testimonios. Cada historia resume el drama de una guerra. Así, Antonio Pérez Ros, de Cartagena, dejó a una viuda de solo veinte años embarazada, según relata su nieto, que no dudó en recorrer los 700 kilómetros que le separaban de la tumba de su abuelo para cerrar una cicatriz familiar. Tampoco Jaume Closa, nacido en Torà en abril de 1913, llegó a conocer a Montserrat, su hija, que nació diecinueve días después de la muerte de padre en el hospital militar de Cervera. Francisco Buron, bisabuelo de Kilian Jornet, consiguió un permiso en agosto de 1938 para visitar a su mujer, embarazada de cinco meses. Pasó unos pocos días con la familia en Cerdanyola y de nuevo tuvo que subirse a un tren de mercancias para regresar al frente. El abrazo en la estación sería el último. Su mujer supo que estaba herido y no dudó en ir a Cervera, pero ya era tarde. Murió el 4 de diciembre de ese año. Solo tres semanas después nació su hija,
alma mater
Muchas de las familias tardaron más de setenta años en saber qué fue de sus seres queridos
del libro Desenterrar l’oblit.
Desempolvando recuerdos Las biografías de ‘Desenterrar l’oblit’ (Editorial Fonoll) las han redactado los propios familiares. Paquita Buron, Josep Miret, Jordi Oliva y Rosa Papell coordinan una publicación que se ha gestado a lo largo de una década de encuentros a raíz de la dignificación de la fosa de Cervera.