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«Pensar en mi familia hizo que me volviera a enganchar a la vida»
Pep Pon. Jefe de publicidad de SEGRE | Tras permanecer ingresado en el hospital desde el 24 de marzo al 13 de octubre por la Covid-19, este leridano que será hoy uno de los protagonistas de La Marató explica a SEGRE su dura batalla contra esta enfermedad
Pep Pon siempre recordará el 25 de septiembre de 2020. Fue el primer día en que, tras de permanecer seis meses hospitalizado −tres de ellos en coma inducido en la Unidad de Cuidados Intensivos−, por fin pudo salir y regresar a casa por unos días.
Cuando echa la vista atrás, ¿cómo recuerda los últimos meses?
Han sido muy duros, pero solo puedo pensar que he tenido mucha suerte de haber respondido bien a todos los tratamientos a los que me han sometido. Cuando ingresé en el hospital en marzo, la Covid-19 era una enfermedad de la que se conocía muy poco y los médicos cada día descubrían cosas nuevas. En parte, me tocó un poco ser un conejillo de indias.
Presentó los primeros síntomas en marzo, cuando comenzó el estado de alarma y todavía no era obligatorio el uso de mascarillas. ¿Sabe dónde se pudo contagiar?
He pensado mucho en ello pero no sé cómo ni dónde me infecté. Tuve las primeras décimas de fiebre el 13 de marzo y aguanté en casa hasta el día 24, cuando me subió a 39 y llamamos a una sobrina que es doctora. Nos dijo que no nos lo pensáramos dos veces y fuéramos directos a Urgencias del Arnau, donde en cuestión de un par de horas me ingresaron en la UCI. Lo último que vi fue a una doctora que me dijo que no me preocupara, que cuidarían de mí. De los siguientes 91 días ya no recuerdo nada porque estuve en coma inducido. Todo es un papel en blanco hasta el 22 de junio, cuando me volvieron a despertar.
¿Qué pensó al saber que había estado 91 días en coma?
No me afectó demasiado, aunque sí es cierto que pasé cuatro días sin dormir de noche porque no quería cerrar los ojos por miedo a no volver a despertar. Solo descansaba unas horas de día, cuando mi mujer estaba junto a mí. Al recaer y volverme a ingresar en la UCI fue cuando realmente experimenté lo duro que es estar allí. En aquel momento no se lo dices a nadie, pero llegué a pensar: ¿vale la pena sufrir tanto para vivir? Fue entonces cuando me di cuenta de que no seguía luchando por mí, sino por todos aquellos que me quieren. Y me volvía a enganchar a la vida y solo pensé en el día a día.
Más allá de las complicaciones de la enfermedad, ¿una de las partes más difíciles fue perder la movilidad?
Sí. Cuando me bajaron a planta era un vegetal y no tenía ninguna masa muscular (perdí 34 kilos en la UCI), por lo que no podía hacer absolutamente nada por mí mismo. Me tenían que ayudar incluso a beber agua porque ni siquiera las manos me respondían. Todos los días venían fisioterapeutas para ayudarme a recuperar la movilidad pero, aunque colaboraba con todo lo que me decían, pensaba que los ejercicios eran una pérdida de tiempo porque no veía ningún avance. Afortunadamente, a día de hoy todavía necesito apoyarme en una muleta, pero al menos he recuperado un 70% de la autonomía.
¿Qué secuelas le han quedado de la Covid-19?
Me ha afectado solamente al sistema nervioso. Estar tanto tiempo ingresado me ha provocado una pérdida de movilidad en la mano y en la pierna derecha. Por suerte no me afectó al cerebro ni he tenido pérdidas de memoria de ningún tipo. Debido a algunos medicamentos sí que llegué a tener un par de alucinaciones en las que me vi a mí mismo en mi despacho de SEGRE con la camilla del hospital o en mi casa de la infancia, pero fueron puntuales. Gracias al apoyo de la familia cada día voy avanzando un poco más, aunque a mí me gustaría ir más rápido. Esta enfermedad me ha cambiado una parte de mi vida, porque me ha generado una serie de limitaciones pero, sí mi cuerpo me lo permite, quiero volver a ser la misma persona que antes: ir a desayunar con amigos, jugar al golf, volver al trabajo. No quiero mirar atrás, solo quiero pensar en el futuro y en todo lo bueno que me queda.
Dentro de lo terrible de la enfermedad, ¿conserva algún buen recuerdo de los últimos meses?
Sí. En el tiempo que estuve en el hospital, muchas veces pensé que quizá no volvería a casa. Y el 25 de septiembre, cuando por fin vi la puerta de mi casa fue el momento más feliz.
Un caso como el suyo puede ayudar a comprender la gravedad de la pandemia. ¿Qué le diría a aquellas personas que aún piensan que esto no va con ellos?
Que se lo tomen muy en serio. Nadie piensa que le va a tocar, hasta que enferma. A mis 67 años, antes del Covid-19, pocas veces tuve que visitar el médico.