HISTORIA PUBLICACIONES
Ellas también cogieron el fusil
El libro 'Les combatents', de Gonzalo Berger y Tània Balló, explica “la historia olvidada” de más de mil milicianas antifascistas || Al menos siete leridanas acudieron voluntarias al frente
Las 1.195 milicianas antifascistas que partieron al frente desde Catalunya y que protagonizan el libro Les combatents (Rosa dels Vents), de Gonzalo Berger y Tània Balló, aparecen referenciadas en archivos del ejército de la época. “Seguro que hubo más combatientes, pero todavía no las hemos localizado.
Todas las que aparecen en el libro tenemos acreditado que formaron parte del ejército republicano porque figuran en documentos”, matiza Berger. Fueron mujeres que tomaron partido de manera muy consciente.
“La idea de que las milicianas eran chicas jóvenes e impulsivas que siguieron a sus novios no se ajusta con la realidad”, explica Balló. “La media de edad debe rondar los treinta años y muchas eran madres de familia”, añade.
Entre estas combatientes se ha seguido el rastro de, al menos, siete leridanas: Sílvia Castell Miquel, de Menàrguens; Antònia Barnola Vila, de Agramunt; Natividad Balany Aviñó, de Lleida; Rosita Caparrós Mañach, de Bescaran; Marina Torres Munt, de Lleida; Teresa Duaygües Nebot, de La Seu d’Urgell, y Rosa Vinós Ciurana, de Lleida. No eran enfermeras ni asistieron desde la retaguardia, sino que participaron activamente en la lucha armada.
Sin embargo, casi todas fueron olvidadas. “El heroísmo es una visión masculina.
Muy pocas explicaron que habían ido a la guerra y algunas de las familias con las que hemos contactado no sabían nada”, subraya Balló. .
Algunas rompen moldes. Es el caso de Pepita Laguarda Batec, que trabajaba en una pesca salada de Barcelona y militaba en la CNT.
El 15 de agosto de 1936 partió hacia el frente de Aragón. “Si tú vas, yo también iré”, le dijo su novio, Juan López Carvajal, quien se alistó “para no ser menos”, según reconoció años después en sus memorias.
Dos semanas después de entrar en combate, una bala alcanzó a Pepita, causándole la muerte. Josefa Inglés Gomila es otra de las milicianas que no encaja en los estereotipos preconcebidos.
Era madre de dos niños pequeños cuando se fue a la guerra con su marido. Él murió poco después y ella siguió luchando formando parte de la unidad de blindados.
En abril de 1937 la capturaron y la fusilaron.
Historias de mujeres invisibilizadas En el libro Les combatents, se recogen historias de mujeres anónimas, pero también de iconos que cayeron en el olvido, como Natividad Yarza, la primera alcaldesa de España. Con ochenta años hacía de planchadora para pagarse el alquiler. Murió en el exilio en 1960. Marina Ginestà, la chica del fusil fotografiada en la terraza del Hotel Colón de Barcelona en una imagen mítica de la Guerra Civil, vio la imagen por primera vez cuando ya tenía 89 años.
Un documental descubrió a una familia de Lleida qué fue de su tía El documental Milicianes, a partir de una investigación de Tània Balló, Gonzalo Berger y Jaume Miró, descubrió a una familia de Lleida qué fue de una tía que desapareció en 1936, con solo 20 años. Durante ochenta años creyeron que Teresa Bellera Cemeli se ahogó en un naufragio. Pero la joven no murió en el mar. Se subió a un barco para luchar contra el fascismo el 16 de agosto de 1936, cuando cien mujeres de las Milicias Feministas partieron del puerto de Barcelona para liberar la isla de Mallorca a las órdenes del capitán Alberto Bayo. El 3 de septiembre Bayo recibió la orden de retirada inmediata y olvidó a decenas de combatientes republicanos, que serían detenidos y fusilados tan solo dos días después. Entre ellos, cinco milicianas, que fueron torturadas y violadas antes de morir.Los franquistas fotografiaron a las cinco mujeres poco antes de asesinarlas. Todas llevaban un brazalete de Cruz Roja porque los días previos a su detención trabajaron en un hospital de sangre. Esta foto y un diario anónimo escrito por una de ellas fueron el punto de partida de una investigación que consiguió identificar a estos rostros en blanco y negro.
“Durante más de 80 años les habían arrebatado hasta el nombre”, se quejaba la leridana Carla Bellera, sobrina nieta de Teresa. La miliciana que mira fíjamente a la cámara en la foto de la izquierda es la única que no se pudo identificar.
Paradójicamente, es la autora del diario, clave en la investigación. A su lado, Teresa Bellera Cemeli, cuya familia se trasladó a Lleida tras la guerra.
A continuación, las hermanas Daria y Mercè Boxadé. A la derecha, Maria García que, con 53 años, era la mayor del grupo.