VOLUNTARIADO
La pandemia acelera el relevo generacional de los voluntarios de Cáritas
Marta, de 21 años, se hizo cargo del trabajo que hacia su abuela, de 80, desde Artesa de Lleida
La pandemia ha acelerado el relevo generacional de los voluntarios de Cáritas Lleida. Antes de la covid-19, el 60% tenía más de 65 años que, con el virus, tuvieron que detener su actividad al pertenecer a colectivos de riesgo.
La entidad se vio obligada entonces a hacer un llamamiento para encontrar personas a más jóvenes ya que las necesidades sociales crecieron. En algunos casos, fueron familiares de los mismos voluntarios, como hijos o nietos, los que tomaron el relevo.
Es el caso de Marta, de 21 años, que se hizo cargo del trabajo que hacía su abuela, de 74, desde Artesa de Lleida (Segrià), como repartir comida y ropa a las personas más necesitadas. Ahora hace charlas a institutos para concienciar y animar a los jóvenes a hacer voluntariado.
Antes de la covid-19, Càritas Lleida contaba con 450 voluntarios, más de un 60% mayor de 65 años que se encontraron de un día en otro con que no podían seguir prestando atención directa, como ahora reparto de comida, acompañamiento de personas mayores, clases de catalán y castellano para extranjeros, apoyo a temporeros, cursos de inserción laboral o informática, entre otros. Además, con la pandemia, las atenciones aumentaron mucho, sobre todo a los pueblos.
Los primeros meses, la demanda de alimentos aumentó entre un 40% y un 50% y en algunos casos hasta el 60%. "Nosotros no dejamos de atender, sólo las dos semanas que se nos prohibió", explica la técnica de voluntariado de Cáritas Lleida, Maria Rosa Seyós. Pero desde la entidad se vieron obligados a reaccionar rápido y buscar personas más jóvenes que pudieran hacer al menos aquello imprescindible, como el reparto de comida o atención telefónica a las personas mayores que viven solas.
La respuesta fue "muy buena", explica Seyós. Tan buena que la entidad se sumó a una experiencia impulsada por el Ayuntamiento de Lleida para coordinar a todo el voluntariado de la ciudad. "Había personas que no tenían demasiada experiencia en voluntariado, pero de manera coordinada y supervisada podían ayudar a aquellos que lo necesitaban", explica.
De abuelas a nietas
"Me encontré con que con 74 años no podía hacer nada. Tuve que dejar de dar clases de catalán a las mujeres inmigrados del pueblo, que es el que más he echado de menos", explica Teresa Betriu, encargada de Cáritas en Artesa de Lleida. "Además, como me tenía que quedar en casa no podía seguir repartiendo alimentos pero los vecinos del pueblo, conscientes de la situación de emergencia, me llevaban pan, fruta y verdura, pero no lo podía distribuir", relata.
Entonces Teresa, pidió ayuda a su nieta, que había colaborado puntualmente con Cáritas. "Yo iba cuando no había nadie a hacer los paquetes en los bajos de la parroquia, donde tenemos un almacén y un aula donde dábamos las clases, y entonces mi nieta quedaba por teléfono con las personas en que necesitaban alimentos y les daba el paquete por turnos, para que no coincidieran con nadie más", explica Betriu.Mi abuela me decía: a esta hora vendrá un señor a buscar una caja de alimentos. Yo iba, le daba el paquete y le preguntaba cómo estaba", explica Marta Antolí, de 21 años. "Desde la entidad se dieron cuenta de que faltaba voluntariado joven y que éramos nosotros los que teníamos que ayudar en estas circunstancias", recuerda.
A raíz de la covid-19, en Càritas Lleida crearon el programa 'Jóvenes con valores', en que voluntarios jóvenes van a los institutos a hacer charlas para concienciar los jóvenes de 3.º y 4.º de ESO de las problemáticas sociales. Marta es uno de ellos. "Algunos, después de la charla, me han dicho que quieren ser voluntarios porque quieren ayudar y eso me motiva mucho porque los jóvenes tenemos que tomar el relevo a las personas mayores", explica Antolí. "Como experiencia personal, hacer de voluntaria te hace ser consciente de una realidad que sabes que está pero no quieres ver. Más que dar comida o ropa, me ha llenado mucho el hecho de poder hablar con la gente, preguntarles cómo están y me ha enseñado a saber escuchar", añade.
Nuevos voluntarios de entre 30 y 50 años
Con la covid-19 hubo muchas personas que no habían hecho nunca voluntariado, que sintieron la necesidad de ayudar a los otros. "Se dieron cuenta de que podían colaborar y, después del confinamiento domiciliario, cuando volvieron a trabajar, comprobaron que seguían disponiendo de tiempo libre para poder dedicar a Cáritas de manera desinteresada", explica Seyós.
Los nuevos voluntarios son, mayoritariamente, personas de entre 30 y 50 años, que han descubierto que Cáritas tiene puestos en marcha varios programas, más allá de repartir ropa y comida.
Durante la covid-19 llegaron a sumarse una setentena de voluntarios para suplir a los voluntarios más mayores en las tareas imprescindibles que no podían asumir. Después de esta respuesta inmediata inicial, una cuarentena han querido seguir colaborando con Cáritas y se han comprometido en proyectos a largo plazo. "Estos nuevos voluntarios han recibido formación online específica por los proyectos en que participan", concreta la técnica de Cáritas.Además de distribuir las tareas presenciales entre los voluntarios más jóvenes, desde Cáritas también están en proceso de reorganizar algunas de las tareas de manera telemática para que las personas mayores puedan seguir colaborando con la entidad.
En Lleida hay 175 voluntarios de más de 75 años y Cáritas trabaja para que puedan seguir prestando atenciones por teléfono o enseñar a los voluntarios más jóvenes a hacer, por ejemplo, el mantenimiento de la bases de datos de la entidad, explica Seyós. "Lo importante es que no queden en casa cerradas y que, a pesar de las limitaciones, puedan seguir ayudando y sentirse útiles", añade.
Los servicios de atención directa se han renovado casi del todo
Los servicios que el voluntariado de Cáritas hace con atención directa se han renovado casi del todo en un año. Es el caso del equipo de atención a temporeros, en el que trabajan una decena de personas durante todo el año. Con la covid-19, se ha renovado el 100% de estos voluntarios y ahora colabora gente más joven. Por lo que se refiere al servicio de recepción a la entidad, que implica también contacto directo con la gente, se ha renovado el 80% del equipo anterior a la covid-19 (8 de los 10 voluntarios son nuevos). Y en las clases de catalán, castellano e informática para personas extranjeras, más de la mitad de los profesores voluntarios actuales son nuevos. "Los cambios en entidades como la nuestra son buenos porque los jóvenes aportan nuevas visiones y otros tipos de conocimientos", destaca Seyós.