Juventud confinada

Las fiestas con los que muchos jóvenes celebraron el fin del toque de queda motivaron críticas, pero evidenciaron otro efecto de la pandemia: las restricciones han afectado de lleno a la vida social, educativa y laboral de este colectivo. ¿Con qué consecuencias? Las opiniones de expertos y de los propios jóvenes son divergentes y complementarias a la vez.

“A todos nos han robado un año, pero un sacrificio se puede asumir cuando hay una compensación. Y en el caso de los jóvenes son muy escasas. Son los más perjudicados por la precarización laboral. Muchos han perdido su trabajo, sin siquiera tienen ERTE, y los que estudian han estado un año de su carrera sin vida universitaria”. afirma el sociólogo Carles Feixa. “Pues yo no considero que nadie haya robado nada. Este año se ha perdido. Hablar de robo implica buscar a un culpable y reflexionar poco. Ahora tenemos que remar entre todos. Los jóvenes han sido solidarios todo este año, no veo por qué no seguirán así”, sostiene la psicóloga Rosa Maria Pérez.

Son dos visiones distintas de cómo los jóvenes afrontarán la desescalada tras lo peor de la pandemia y después de que hayan estado en el ojo del huracán tras los polémicos botellones del pasado fin de semana, también en Lleida. Aquello fue un “ritual de paso, un momento simbólico ante un cambio de ciclo”, señala Feixa en relación a los encuentros multitudinarios del sábado de la pasada semana. Además, “era una profecía que se autocumple”: un momento servido en bandeja que culminaba la cuenta atrás ante el fin del estado de alarma, el pasado domingo, después de seis meses y medio, también, de toque de queda.

Feixa ve injusto culpabilizar a los jóvenes por las fiestas y Pérez destaca que son el colectivo con más futuro

Aquel ritual, que ha sido fuertemente criticado, pone en evidencia algo más funesto: “Los jóvenes no son los grandes damnificados de la pandemia: lo fueron los mayores. Pero sí han sido los olvidados”, señala Pérez.

Sin casi relaciones sociales en el último año y ante un futuro económico más pobre que el que han conocido hasta ahora, dejan constancia de “que hay una necesidad latente de las nuevas generaciones de que se les tenga en cuenta”, manifiesta Feixa. Y sigue este sociólogo: “cada dos meses hay protestas estigmatizadas.

Primero, a favor de Hasél, ahora, el fin del estado de alarma. Y en lugar de verlo como un signo del tiempo que hay que responder, se les culpabiliza”.

“No hay que justificar el botellón, pero no puede confundirse con los problemas de fondo”, afirma. “Nos tiene que servir de alerta”, concluye.

Para la psicóloga Rosa Maria Pérez, “el tiempo perdido no se recupera, pero las cosas sí. Hay que pensar cómo lo hacemos.

Los jóvenes tienen mucho más futuro que nosotros”. .

En las siguientes páginas, doce jóvenes explican a SEGRE cómo han vivido el año largo de pandemia y cómo afrontan la búsqueda de una nueva normalidad.

Población de 15 a 24 años en Lleida por comarcas “Es paradójico que los fondos Next Generation no cuenten con la opinión de los jóvenes”, explica Carles Feixa. El sociólogo forma parte del equipo que impulsa el proyecto Youth Act!, con el que se empuja a un centenar de jóvenes a participar en 10 ámbitos de reflexión, con propuestas de reactivación social y aspectos como la vivienda, las relaciones de género, los cambios económicos o los tecnológicos.

Los debates se llevan a cabo este mes y el próximo y las conclusiones se presentarán el 17 de junio. La iniciativa está promovida por la Cátedra Regeneration de la Universitat Pompeu Fabra y el Consell de la Joventut de Barcelona y tiene entre sus participantes a 50 jóvenes activistas y 50 jóvenes investigadores, algunos de la Universitat de Lleida.

“Es paradójico que la UE no les consulte para definir sus ayudas”