COVID19
Vecinos de Palma se quejan del ruido que hacen los jóvenes confinados
Gritan, bailan y tiran basura por la ventana, según los vecinos
Los vecinos han vuelto a quejarse este miércoles de los ruidos de madrugada de los jóvenes confinados por la cuarentena en el hotel Bellver de Palma, aunque en el interior el clima es de "tranquilidad absoluta", según las empresas de seguridad que tratan con los chavales.
La mañana en el hotel Bellver, de cuatro estrellas, donde se confinan por orden del Govern balear 249 estudiantes de viajes de estudios que no están contagiados, ha transcurrido sin incidentes.
Uno de los dos jóvenes que se marcharon anoche del "hotel covid" de Palma ha regresado esta mañana por voluntad propia, y el otro, menor de edad, está localizado y se encuentra con su tutor.
Ni en el interior, ni en exterior del hotel hay policía, ni nacional ni local, y los agentes de seguridad privada que custodian el establecimiento han explicado a Efe que los chicos tienen "total libertad" para quedarse y cumplir la cuarentena impuesta o para marcharse. En este caso, se informa a la Policía Nacional.
"Lo lógico es que los muchachos sigan aquí y eviten irse a casa, con la posibilidad de contagiar a sus padres y sus abuelos", han explicado estas fuentes, que han reseñado que, desde que el sábado comenzó el confinamiento, no se ha producido ningún incidente, "ni ningún chico ha levantado la voz", a pesar de lo "pesado" que resulta permanecer en una habitación diez días.
Los menores son informados, "nunca obligados", de que deben permanecer en la habitación y no deben ir a otras instalaciones, como la piscina o el gimnasio, lo que "cumplen sin ningún problema".
El hospital público Son Llàtzer de Palma les facilita cada día la comida que, tras alguna queja inicial, ha sido adaptada específicamente a la edad de estos jóvenes, que tienen libertad para realizar encargos -excepto alcohol y tabaco- que son entregados por moteros de empresas de reparto a domicilio.
Cumpliendo con las estrictas medidas anticovid, la comida es entregada en la puerta de las habitaciones por los miembros se seguridad, que están todos vacunados.
Los jóvenes cuentan con wifi y televisión, el Govern les ha facilitado ordenadores portátiles y cada día las habitaciones son limpiadas a fondo.
Nadie ajeno al hotel puede entrar en este establecimiento situado en el paseo marítimo de Palma, con vistas en su fachada principal al puerto y a sus cientos de barcos amarrados.
La parte trasera da a la calle del Marquès de la Sènia, donde algunos de los vecinos han mostrado su malestar por el ruido, la música y los gritos de los chicos por la noche.
Ángel ha evidenciado su queja a Efe: "Todas las putas noches hasta las tres de la mañana cantando, gritando, no se puede dormir, no se puede hacer nada; me vengo del trabajo porque estoy mal tras dormir solo tres putas horas".
"La noche de ayer (martes) fue un poco mejor, pero hasta la una y media '¡cumpleaños feliz, viva Borja¡', botellón..., todos los días lo mismo: esto es insoportable", ha dicho Ángel, que ha aclarado que él no echa la culpa a los "niños".
Holver, que trabaja en un bar muy cercano, recoge cada día las quejas de los residentes de la zona y ha concretado que el "follón" acabó la pasada noche a las "cuatro y media de la mañana".
Además, algunos clientes no se quieren "ni sentar" en la terraza de este local porque "tienen enfrente a los niños del covid, que empiezan a gritar '¡yo negativo¡ ,¡yo negativo¡'".
Es "terrible", ha afirmado otra vecina, Marta, que todas las noches se despierta por el lío.
Por su parte, José Antonio, una persona mayor, se ha quejado de que esta mañana ha estado a punto de resbalar y caer por las cáscaras de plátano y manzanas a medio comer que algunos chicos han tirado a la calle.
El propietario de un comercio cercano, que no ha querido identificarse, ha dejado claro que él no vende productos a menores de edad y, como vecino, se queja de la algarabía de todas las noches y de que la Policía "no haga nada".
Por la mañana y la tarde, cualquiera que se pasee por la zona, puede ver a algunos de estos jóvenes que, en las terrazas de sus habitaciones, matan el tiempo apoyados en la barandilla o mirando sus teléfonos móviles.