TESTIMONIOS
Salir de una banda, relato de dos exlíderes de Latin Kings: "Me he perdonado"
Como muchos otros, llegaron muy jóvenes a España, casi solos. Sin darse cuenta se integraron en una banda latina que les permitió subir escalones hasta convertirse en "reyes" en Madrid.
"Me he perdonado. Ya pagué condena". Lo dice Javier (nombre ficticio), un exlíder de los Latin Kings y durante mucho tiempo en el objetivo de sus rivales, los Ñetas. Como su compatriota Kevin, pudo escapar de una organización de férrea disciplina, en la que se llegó a ver muerto.
Como muchos otros, llegaron muy jóvenes a España, casi solos. Sin darse cuenta se integraron en una banda latina que les permitió subir escalones hasta convertirse en "reyes" en Madrid. Según dicen hicieron "mucho daño", pero en el Centro de Ayuda Cristiano de la Iglesia Evangélica encontraron una nueva oportunidad. Este es su relato.
El ingreso y la escalada
Kevin llegó a España con 15 años. No tenía amigos y empezó a ir al parque con los que poco después serían sus compañeros de banda. Le llamó la atención el "respeto" que se mostraban, así como su poder de atracción. Cuenta que le invitaban a fiestas Matinée (para menores), pero a otras no podía entrar por no ser miembro de la banda. "Te encantan (embaucan) para que parezca que ellos no te obligan a entrar", explica.
Cuando se quiso dar cuenta ya estaba en la "probatoria". Es la fase en la que las bandas comprueban la validez y lealtad de sus potenciales integrantes, a los que se les somete a pruebas como robar o cometer agresiones. Si no son capaces de superarlas, se les castiga con el denominado "minuto de pared", sesenta segundos durante los que reciben golpes por parte de los "reyes" en cualquier parte del cuerpo.
La escalada de agresividad no se detiene. Para ascender de "rango" en la banda hay que ser aún más sanguinario. Javier llegó a "rey" tras participar en una gran reyerta que se saldó con decenas de heridos en Madrid. Así, lideró el "capítulo" de Sainz de Baranda, con el que llegó a captar a 25 jóvenes.
En el madrileño barrio de Opañel, Kevin tuvo a su cargo a 32 Latin Kings. Reconoce que su capítulo sembró el horror, pero también vio sufrir a los suyos. "A uno le dieron siete puñaladas en el estómago, a otro le rajaron el cuello... Vives en un drama constante", remarca.
Una vida en la violencia
Acumularon identificaciones, detenciones y noches en el calabozo. "La Policía me tenía fichado, tuve una orden de busca y captura", relata Javier. Estuvo implicado en numerosas reyertas con otras bandas, casi siempre frente a los Ñetas. Destaca que los "mandamientos" o normas de la banda les obligaban a "ir a matar". "Se iba a por todas, no se podía dudar", añade. Sin embargo, reconoce que casi siempre actuaban bajo los efectos de las drogas. Además del "minuto de pared", el incumplimiento de las normas se pagaba con castigos psicológicos y físicos que podían acabar incluso en la muerte. Para Javier, los más duros consistían en amenazas al entorno de los miembros, en concreto a su propia familia.
La salida
Han pasado cinco años desde su renuncia. Javier vivía y dormía, si podía, en una pesadilla. "Me culpaba por lo que había hecho y tenía miedo de la banda rival y de la mía propia", recuerda. Una vez alcanzó el rango de "rey" de Sainz de Baranda, se convirtió en un objetivo prioritario para los Ñetas. "Intentaron asesinarme", afirma con la voz entrecortada.
Se sumió en las drogas y tocó fondo. Cambiar de vida no era tarea fácil, pero aprovechó que a varios de sus allegados de la banda les detuvieron o deportaron para buscar ayuda. "Quería ser un joven con futuro, paz y alegría, pero no sabía cómo", señala de espaldas a cámara.
Como a su compatriota Kevin, su madre, que lo daba "por perdido", lo acompañó al Centro de Ayuda Cristiano. Desde su sede, cerca de la estación de Atocha, aseguran que allí encontraron el respaldo que necesitaban para dejar su pasado atrás y empezar de cero.
Los Latin Kings les reprocharon su falta de lealtad a la banda, pero al conocer que en su nueva vida no eran una amenaza para la organización o las rivales, decidieron no tomar represalias.
Ahora, tienen un trabajo y cuidan de sus hijos. Con su testimonio, siempre calmado y reflexivo, trabajan en la reinserción de otros jóvenes para los que demasiadas puertas ya se han cerrado en la sociedad.