Llegó la hora de dejar de preocuparte por todo
Aprender a controlar nuestras preocupaciones es básico para nuestro bienestar
La factura de la luz, no entiendes por qué la persona que te gusta no te escribe, llega el fin de semana y no sabes qué hacer, presión en el trabajo y un sin fin de cosas que te ocurren cada día y con las que, más o menos, has aprendido a vivir. Aunque creas que lo llevas como puedes, todo lo que te pasa te va generando una carga que puede acabar en ansiedad. Cuando empiezas a sentirte mal y no sabes exactamente cuál es el motivo, la respuesta puede ser sencilla: todo. Has buscado muchas formas para dejar de preocuparte, como puede ser la meditación, pero hay tres vías para hacerlo que seguramente no conoces y quizás te sirvan para cuando no sepas poner lo que inquieta bajo control.
Normalmente, los humanos damos vueltas y vueltas a los problemas, pensamos demasiado en todo. Esto ocurre porque preocuparse es más sencillo que pararnos a escuchar qué sentimos y la preocupación forma parte de nuestro día a día de forma invisible, es decir, aunque no lo verbalices siempre hay algo que te preocupa. Por eso, es importante saber parar y darle a cada cosa la importancia que se merece.
1. Elige el momento adecuado
La preocupación crece hasta que llega al tamaño que tú deseas. Es por ello que hay que elegir en qué momento te tienes que preocupar. Hay que limitar el tiempo, porque de esta forma las preocupaciones pueden permanecer en un tamaño razonable, manejable. Para hacerlo sencillo puedes escoger media hora al día, una media hora que se llamará el tiempo de preocupación. Debes hacer un esfuerzo para que no sea antes de irte a dormir, claro está. Para que otras preocupaciones no aparezcan cuando no quieres, hazte una pregunta: ¿puedo resolver esto que me preocupa ahora? Si puedes, hazlo al instante, pero si no es así, reserva esa preocupación para cuando sea el momento.
2. Actúa con confianza y decisión
Seguramente conozcas a una persona que va muy tranquila por la vida, sin preocuparse mucho por las cosas que le suceden. Y te da envidia (de la buena, claro). Cuando estés en uno de esos momentos de ansiedad o nervios piensa qué haría esa persona. Hazlo a modo de prueba, probablemente al principio te sentirás incómodo, pero ponerte a prueba de esta manera te obliga a probar una forma más flexible de pensar y actuar. Es como si fueras dueño de tus preocupaciones, es tu decisión preocuparte o no hacerlo. Mantener una distancia con lo que nos preocupa es una de las soluciones para que esa carga deje de pesar tanto.
3. Ponte en lo peor
Y no significa ser pesimista. Normalmente cuando algo te preocupa, el consejo que recibes es: “no te preocupes, todo saldrá bien”. Vale, esto puede suceder y sería genial pero quizás no es tan útil como ponerse en lo peor. Imagina que estás ultra preocupado porque pronto vas a encontrarte con una persona que la que no quieres hablar y volver a verla te genera ansiedad. Esto es entendible. Ahora piensa ¿qué es lo peor que podría pasar? Seguramente las respuestas sean muy variadas, pero lo que está claro es que lo peor que podría pasar no es tan malo como parece y es algo con lo que sabrás lidiar. Preocuparte por algo que no ha ocurrido aún es el principal motor de la ansiedad. Siempre hazte esa pregunta porque, poniéndote en lo peor, sabrás cómo salir de ahí en el caso de que eso ocurra en la realidad.