Los cinco ruidos que más molestan a los perros
Algunos ruidos o sonidos que resultan cotidianos para los humanos pueden convertirse en auténticas pesadillas para los perros. Por ejemplo, odian los electrodomésticos, y sobre todo los más escandalosos. Aspiradoras, batidoras y picadoras son algunos de los aparatos cotidianos que más detestan.
También odian las tormentas. El intenso ruido de los truenos les genera un gran estado de ansiedad que puede provocar incluso problemas en su salud ya que puede convertirse en una fobia. Además, su instinto les lleva a intentar protegerse de esta posible amenaza en algún lugar seguro y en ocasiones, si intentan meterse en sitios demasiado pequeños, pueden incluso lesionarse.
A la gran mayoría de los perros le aterra el ruido de los petardos y los fuegos artificiales. El alto nivel de nerviosismo que les generan estas detonaciones hace que, al igual que ocurría en el caso de las tormentas, quieran esconderse en algún lugar que ellos consideren más seguro. En este caso hay una excepción: los perros de caza que, obligados y acostumbrados desde pequeños a oir disparos, consiguen convivir con estos ruidos.
Algunos instrumentos musicales irritan a nuestras mascotas, parece ser que los más agudos.
Las sirenas de las ambulancias, bomberos y coches de policía. Existen muchas teorías al respecto sobre su intolerancia a las mismas. Unas se basan en el parecido que tienen dichas sirenas con el aullido de un perro pidiendo auxilio y, otras, en el temor que el sonido de las mismas les puede provocar. En cualquier caso, lo que está claro es que sus frecuencias sonoras, sus bajos, graves o agudos, no son aptos para sus oídos.
Siempre que sea posible, intenta acompañar a tu perro si sabes que va a escuchar estos sonidos. Por ejemplo, si hay programado un castillo de fuegos artificiales o si las previsiones meteorológicas anuncian tormentas, intenta quedarte en casa con él. En la medida que sea posible, intenta amortiguar esos ruidos cerrando puertas y ventanas.
Hay que evitar los gritos y regaños y permitirle que se acomode en un lugar que él considere seguro. Bajo ningún concepto hay que encerrarlo o atarlo. Podría hacerse mucho daño al intentar huir.
Cuando llegue el momento del ruido, jugar con él es una buena opción. Si quema energía, estará más calmado cuando el ruido llegue. En el caso de sonidos más leves, el juego podría ser un gran distractor.