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ENTREVISTA SOLIDARIDAD

Lancy Dodem: «La educación ayuda a salir de la pobreza y de la ignorancia»

«La educación ayuda a salir de la pobreza y de la ignorancia»

«La educación ayuda a salir de la pobreza y de la ignorancia»MAGDALENA ALTISENT

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¿Cómo empezó su recorrido en la Fundación Vicente Ferrer?

Vicente Ferrer era misionero jesuita y llegó por primera vez a la India en 1952, al estado de Maharaska. El país hacía poco que se había independizado de Inglaterra y lo que encontró allí fue pobreza extrema, gente muriendo de hambre, la existencia de castas y muchísimo analfabetismo. En aquella época creo que solo un 6% de la población sabía leer y escribir.

Ante esta situación, Vicente Ferrer decidió ayudar a la gente antes que predicar. Siempre decía que la pobreza no está solo para entenderla sino también para solucionarla a través de buenas acciones. Tuvo problemas con gente local y en 1968 lo expulsaron del país, aunque un año después la primera ministra Indira Gandhi le invitó a que volviera y se estableció en Anantapur, donde empezó a ayudar a los más necesitados.

Mi padre fue uno de los primeros que empezó a trabajar con Vicente Ferrer. Era su chófer personal y murió muy joven, cuando yo tenía 11 años. Mi madre era cocinera de la familia Ferrer y yo nací y crecí en esa casa, por eso se dice que soy el primer niño apadrinado de la fundación.

Gracias a Vicente y Anna Ferrer pude ir a la escuela, estudiar y cambiar mi futuro. Porque también pertenezco a la casta de los intocables, nacido en una familia que no tenía derecho a nada. Y hoy son ya 130.000 niños los que gracias a la Fundación Vicente Ferrer pueden ir a la escuela.

La educación es uno de los pilares de la entidad, pero no el único.

Sí. La educación es fundamental porque ayuda a salir de la pobreza y de la ignorancia. Es la clave para poder cambiar el mundo. Y después de cincuenta años de actividad vemos los resultados: muchos de estos niños que han ido a la escuela gracias a la fundación ya son mayores y han conseguido convertirse en médicos, enfermeros, arquitectos, profesores, abogados, etc. Por eso es tan importante el apadrinamiento y, ahora que llega la Navidad, hacemos un especial llamamiento para encontrar ‘amigos invisibles’ para 3.000 niños de las regiones de Madakasira, Adoni y Srisailam.

Un regalo diferente que cambia la vida de un niño y de toda su familia. En Lleida, a día de hoy tenemos 1.200 apadrinamientos. Más allá de la educación, la organización tiene otros proyectos con los que promueve en el país el desarrollo sostenible, la igualdad de derechos y oportunidades para las personas con discapacidad, combate la discriminación de las mujeres y facilita viviendas dignas a las comunidades desfavorecidas. También ayudamos en situaciones de emergencia como la que hemos vivido recientemente con la pandemia.

Cuando imparte charlas en las escuelas, ¿qué es lo que intenta transmitir a los niños y cuál es su reacción?

Desde la fundación no solo recaudamos fondos para proyectos solidarios, también creemos que es muy importante acercar la realidad de este país a través de conferencias y exposiciones. En Europa es tan fácil como abrir un grifo para tener agua, mientras que en la otra punta del mundo tienen que recorrer uno o dos km para coger agua del río o de pozos.

Cuando voy a los institutos, lo que más les choca a los estudiantes es que en la India los niños vayan descalzos; que una niña se case a los trece años y a los dieciocho ya tenga dos o tres hijos; o que las mujeres no tengan ningún derecho. Por eso es tan importante compartir con los jóvenes esta otra realidad, para que reflexionen y valoren lo que tienen.

¿Qué es lo que más le impactó cuando llegó a Europa por primera vez?

Cuando salí del aeropuerto me impactaron las calles anchas con muchos coches y gente mostrando su amor públicamente, cosa que es tabú en la India. Después me di cuenta de que aquí la gente lo tiene todo (casa, comida, coche, ropa...), pero no sonríen. Eso me chocó muchísimo. En la India la mayoría de la población gana un euro al día y comen una vez al día, pero siempre sonríen. La clave está en disfrutar de los pequeños detalles y valorar lo que tenemos.

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