ENTREVISTA CIENCIA
Oriol Canela-Xandri: «Ahora podremos analizar miles de registros genéticos en minutos»
¿Cuáles han sido sus avances en el análisis de datos genéticos? Llegué a Edimburgo hace unos ocho años, para trabajar en la universidad en el análisis de datos genéticos. El gran problema es que hay una cantidad ingente de estos datos. Para hacernos una idea, se estima que cada siete meses se dobla el número de datos genéticos que se recopilan en el mundo.
Por ello, se estima que un investigador normalmente invierte cerca de un 80-90% de su tiempo en conseguir los registros que necesita para su estudio, filtrarlos, prepararlos…y solo pasa un 10-20% extrayendo información útil de ellos. Nuestro objetivo es revertir esta situación. Tras años de trabajo, hemos conseguido crear una herramienta que es capaz de analizar millones de registros genómicos en cuestión de minutos, de forma fácil e interactiva.
El desarrollo de esta tecnología ha derivado en la creación de la empresa Omecu, desde donde estamos trabajando en todas las capacidades comerciales y mejorando la interfaz de usuario. Ahora el siguiente paso es encontrar inversores para ampliar el equipo y abrirnos al mercado entre seis a doce meses vista. Nuestra mayor ambición sería crear un centro de datos internacional en el que cualquier persona o empresa del mundo pueda obtener información útil de estos datos sin necesidad de verlos, pues suelen tener restricciones políticas, legales o económicas.
¿Qué beneficios aporta a la investigación científica este gran centro de datos? Por ejemplo, podría acelerar el desarrollo de nuevos fármacos y tratamientos. Son muchos los campos interesados en explorar estos análisis. En el caso de las farmacéuticas, estiman que pueden incrementar entre dos y tres veces las probabilidades que sus medicamentos lleguen a la fase final de los ensayos clínicos, lo que reduciría el coste de producción de nuevos fármacos.
En el caso del Covid-19, por ejemplo, tenemos a un científico en Edimburgo que está explorando estos datos para intentar prever la probabilidad de que un paciente acabe grave en la UCI y qué medicación sería más adecuada en función de cada caso. Esas serían aplicaciones más prácticas, aunque también habría una parte de ciencia básica en el campo de la biología para entender el funcionamiento de los genes o qué variantes genéticas pueden hacer que una persona desarrolle una enfermedad.
¿Cuál ha sido su recorrido y cómo llegó a trabajar como investigador del Instituto Roslin de la Universidad de Edimburgo? Estudié Física en Barcelona, aunque siempre he tenido una gran afinidad con todo aquello relacionado con los ordenadores y la electrónica. Me doctoré en biofísica y más tarde empecé a interesarme por el análisis de datos genéticos, un campo que también estaba relacionado con todo ese mundo de la computación. Por circunstancias personales y profesionales, decidimos junto a mi pareja buscar nuevas oportunidades laborales en el extranjero. Encontré una oferta de trabajo en la universidad de Edimburgo y, aunque la previsión inicial era quedarnos un plazo de tres años, las cosas fueron bien y aquí seguimos.
La escasez de becas y su reducida dotación en España sigue abocando a los jóvenes investigadores a irse a otros países, como usted. Sí. Mudarme a Escocia suponía un salto cualitativo en mi carrera porque aquí se invierte mucho más en investigación. Hay más facilidades para acceder a los recursos y, a nivel personal, también sientes que tu trabajo está más valorado. En España iba encadenando contratos de corto plazo y eso me generaba mucha inseguridad. Además, en Escocia he comprobado que no hay tantas trabas burocráticas y económicas para crear tu propia empresa, cosa que en España ya había intentado y fue bastante frustrante.