Las mujeres son mayoría en profesiones intelectuales, pero no en las direcciones

“Demostramos que somos igual de capaces que los hombres”, dicen en estas páginas una maquinista y una interventora ferroviarias. “A veces parece que por ser mujer tengo menos credibilidad”, lamenta una agricultora de la partida Vallcalent de la capital. “Tenemos que dar un paso adelante y romper el techo de cristal”, afirma la presidenta del Club Balàfia Volei.

“Como mujer puedo aportar organización, disciplina y racionalidad”, explica la que es la primera y hasta el momento única mujer que preside una colectividad de regantes del Canal d’Urgell. Son algunos de los testimonios que se recogen en estas páginas de mujeres que ejercen en profesiones tradicionalmente masculinizadas, en las que siguen siendo muy minoritarias. Las mujeres ya son el 57,8 por ciento en las profesiones científicas e intelectuales en Catalunya, según el estudio Dones en el treball, elaborado por el Observatorio de la Igualdad de Género del Institut Català de les Dones.

Sin embargo, solo el 35,4 por ciento de ellas llegan a ocupar cargos de directoras o gerentes. Eso se ve claramente en profesiones como la medicina, el derecho o el periodismo, en las que las mujeres son cada vez más numerosas pero siguen siendo minoría en los cargos directivos. Respecto a las profesiones tradicionalmente masculinizadas, sigue siendo difícil cambiar las tendencias históricas.

Las mujeres alcanzan todavía porcentajes muy bajos en sectores como la agricultura o la ganadería (10,6 por ciento), la artesanía, los trabajos industriales o la construcción (7,1 por ciento), las instalaciones de maquinaria (17,1 por ciento) y, por supuesto, los oficios militares (0 por ciento). Algunas de las mujeres que ejercen en estos trabajos animan a darle la vuelta de una vez por todas a esta situación.

«Demostramos que somos igual de capaces»

Maricarmen García comenzó como ayudante de maquinista con tan solo veintiún años, en 1982, entre las primeras generaciones de mujeres que empezaban a romper la idea que conducir, en general, y un tren en particular, era cosa de hombres. Tres años después se convirtió en la primera maquinista de las comarcas leridanas −la única durante tres décadas− y, a día de hoy, sigue surcando las vías. “En mi familia todos habían sido ferroviarios, ya fuera vendiendo billetes, como guardabarreras… Yo quería ser maquinista porque realmente me gustaba, aunque en mi casa la idea no gustó tanto porque creían que no era oficio para una mujer”. Un tanto diferente fue la situación de Francisca Ramos, barcelonesa de nacimiento que explica que “las de mi promoción fuimos las primeras que entramos a la sección de obrero especializado en vía y obras, en el 1982. Y mi padre estaba muy orgulloso de ello”.

Francisca, que durante 11 años se encargó de todo lo relacionado con la conservación de la vía antes de ascender a interventora −profesión que ejerció durante 25 años, hasta 2018−, recuerda que “era un trabajo muy duro, de mucho esfuerzo físico, pero yo no quería ningún trato de favor”. Ninguna estación de salida es sencilla. “Al principio nos decían que le estábamos quitando un puesto de trabajo a un hombre, que nos fuéramos a fregar… Constantemente teníamos que demostrar que éramos igual de capaces que ellos y, con el tiempo, así lo hicimos”. Tampoco lo tuvieron nada fácil para conciliar la vida laboral y familiar. “Me perdí muchas comidas, cumpleaños, Navidades… Y muchas noches las pasé fuera de mi casa. Mi profesión, que tanto me ha gustado, me ha traído cosas buenas y malas. Significó invertir mucho tiempo en el tren, y me pesa no haberle dedicado más a mis hijos”, explica Maricarmen, que conduce trenes Regional. A día de hoy sólo el 5% de los maquinistas de Renfe son mujeres y las trabajadoras suponen el 15% de la plantilla total de la compañía, una desigualdad que según Maricarmen y Francisca está motivada, en gran medida, por la falta de información.