Alternativas baratas y saludables al aceite de girasol
Debido a la invasión rusa de Ucrania, productos como los carburantes, la energía, los cereales y el aceite de girasol han subido de precio. La falta de este último, además, afecta a indústrias como la conservera, la bollería industrial o la panificadora. Y es que el 60 % de este aceite que se compra en España proviene de Ucrania.
A nivel industrial, es dificil suplir la falta de aceite de girasol, pero por lo que se refiere al ámbito doméstico, existen diferentes alternativas. La más evidente, el aceite de oliva. Es el más popular en el Estado y en el que se centra la producción local. Compuesto principalmente por ácidos grasos monoinsaturados, es una fuente de grasas saludables conocida por reducir el colesterol "malo" y elevar el "bueno". Combate la hipertensión y es uno de los protagonistas de la dieta mediterránea. En contra de la creencia popular, es apto para frituras si no supera los 160 grados ni se calienta demasiado rápido. Los expertos oleícolas recomiendan huir de las etiquetas «especial fritura» y similares, porque se trata de aceites refinados, que contienen una (pequeña) cantidad de aceite de oliva virgen y al que se han quitado, prácticamente, las mejores propiedades antioxidantes que tienen las categorías convencionales.
El aceite de soja, el más consumido en todo el continente americano, es rico en ácido linoleico (omega-6), y su composición es muy similar al de girasol, como se puede comparar en la Base de Datos Española de Composición de los Alimentos (BEDCA).
De composición muy similar es el aceite elaborado a partir de colza, rico en ácidos grasos omega-3, vitamina E y polifenoles, pero este producto arrastra una mala reputación en el Estado español debido al conocido caso de intoxicación alimentaria ocurrido en los años 80. De sabor neutro, por lo que es perfecto para freír, ya que además no se oxida rápidamente, tiene todas las ventajas del aceite de girasol: no da sabor, resiste bien las altas temperaturas y puede usarse en todo tipo de platos. Además, es rico en ácido oléico y en omega 3, por lo que ayuda a prevenir enfermedades como la obesidad, dolencias cardiovasculares o diabetes. El único inconveniente es que, en la actualidad, y debido a esa mala fama, no es demasiado sencillo encontrarlo en los supermercados.
El aceite de orujo de oliva es saludable y tiene gran producción nacional, lo que garantiza su abastecimiento. Muy resistente a altas temperaturas, con sabor neutro y rico en ácidos grasos monoinsaturados, es un buen sustitutivo del aceite de girasol por su precio, mucho más barato que el aceite de oliva virgen extra. Además, mejora la calidad de los alimentos fritos ya que se trata de una grasa muy estable, que no se oxida rápidamente y que es capaz de reducir el contenido en ácidos grasos de los alimentos que se están friendo.
Otra opción, aunque menos sana, es la mantequilla. Aunque posee un gran nivel de vitaminas como la A, la D o la E, y ácido Omega 3, es rica en grasas saturadas y calorías y no sustituye totalmente al aceite de girasol, ya que no sirve para freir grandes cantidades de alimentos pero si que puede emplearse en lugar del aceite de girasol en preparaciones de repostería, por ejemplo.
El aceite de coco, muy empleado en el Sudeste asiático y de sabor agradable, tiene un pero muy importante: contiene un 86% de grasas saturadas, un número aún más elevado que el de la mantequilla (51%) o la manteca (39%), lo que, por lo tanto, no beneficia en nada la salud. Con todo, puede servir para sustituir al aceite de girasol en preparaciones como bizcochos o tartas. El de cacahuete arroja una lectura parecida.
Otra opción es el aceite de aguacate. Aunque puede emplearse para freír, lo prohibitivo de su precio (actualmente, un litro de este aceite cuenta más de 20 euros) lo acaba reduciendo a la labor de aderezar ensaladas y otros platos e integrar salsas y emulsiones. Es, en cualquier caso, una buena fuente de vitaminas, minerales y el tipo de grasas que contiene están asociadas con la reducción del riesgo de enfermedades del corazón, embolias y diabetes, según la Universidad de California.