Esta es la razón por la que las mujeres sufren antojos durante el embarazo
Un antojo es un deseo apremiante y pasajero, habitualmente caprichoso y que se producte en más medida entre mujeres embarazadas al tratarse de una etapa en la que el cuerpo de la madre sufre una serie de cambios fisiológicos y de comportamiento para crear un ambiente favorable para el desarrollo del embrión. El Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS) señala que no hay un momento específico en el que comiencen los antojos, es más probable que sucedan durante el primer trimestre de embarazo. También es posible que las embarazadas no tengan ningún antojo.
El reporte de un estudio dirigido investigadores de la Universidad de Barcelona y del IDIBAPS señala que al igual que las mujeres embarazadas, los ratones hembra son más sensibles a los alimentos dulces y desarrollan comportamientos de atracones hacia los alimentos ricos en calorías. En el estudio publicado en la revista Nature Metabolism se encontró que durante el embarazo cerebro de los ratones hembra sufre cambios en las conexiones de los circuitos cerebrales de recompensa, así como en los centros gustativo y sensoriomotor. “La dopamina es un neurotransmisor clave en los comportamientos de motivación o deseo”, señala el investigador March Claret. El equipo observó los niveles de dopamina y la actividad de su receptor aumentan en una región del cerebro involucrada en el circuito de recompensa, lo que contribuye al aumento de antojos.
Además, el equipo demostró que los antojos persistentes tienen consecuencias para la descendencia. Según sus hallazgos, estos deseos irrefrenables afectan el metabolismo y el desarrollo de circuitos neuronales que regulan la ingesta de alimentos, lo que provoca aumento de peso, ansiedad y trastornos alimentarios. “Estos resultados son impactantes, ya que muchos de los estudios se centran en el análisis de cómo los hábitos permanentes de la madre —como la obesidad, la desnutrición o el estrés crónico— afectan la salud del bebé. Sin embargo, este estudio indica que comportamientos breves pero recurrentes son suficientes para aumentar la vulnerabilidad psicológica y metabólica de la descendencia”, concluye Claret.