El fin de las mascarillas reducirá el número de cefaleas
La cefalea es la forma más frecuente de dolor en el ser humano que, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), afecta de manera crónica a más de dos millones de españoles. Muchos de estos pacientes han visto empeorar sus dolores de cabeza desde el comienzo de la obligatoriedad de llevar mascarilla por la pandemia de coronavirus. Pero, ahora, se espera que el fin de esta norma alivie a miles de personas.
Las cefaleas, caracterizadas por dolores de cabeza recurrentes, son uno de los trastornos más comunes del sistema nervioso. Con la pandemia se han disparado a nivel global estos casos de trastornos primarios dolorosos e incapacitantes como la migraña, la cefalea tensional y la cefalea en brotes, tanto por la incidencia de la covid-19 como por sus efectos adyacentes como la tensión emocional o el uso de las mascarillas. El dolor de cabeza es el más frecuente en el ser humano. De hecho, el 99% de las mujeres ha tenido episodios de cefalea en algún momento de su vida. Entre los hombres, ese porcentaje se reduce ligeramente (90%). Y es la causa más frecuente de consultas en la atención primaria. Cuando cualquier dolor de cabeza se padece unos 15 días al mes, durante tres meses seguidos, se considera crónico.
Según datos de la SEN, hasta un 46 % de la población española presenta algún tipo de cefalea activa y hasta el 89 % de los hombres y el 99 % de las mujeres la han padecido en algún momento. Existen más de 200 tipos, pero se dividen en tres grupos: cefaleas primarias, cuando el dolor no está asociado a ninguna lesión en el sistema nervioso; cefaleas secundarias, cuando se debe dichas lesiones o a otras enfermedades; y las neuralgias, cuando el dolor se localiza en el territorio de un nervio. Alrededor del 50 % de las personas con cefalea se automedica con analgésicos sin receta y más de un 40 % de los pacientes que sufren dolor de cabeza con cierta recurrencia está aún sin diagnosticar.
Fundamentalmente, las cefaleas se asocian a las mascarillas por dos motivos. El primero de ellos es que la mascarilla, al estar cubriendo nariz y boca, produce una falta de oxigenación. No hay una correcta oxigenación por motivos evidentes. Hay una barrera que genera una mayor concentración de dióxido de carbono y eso aumenta la frecuencia y la intensidad de la cefalea y, en concreto, de la migraña. La mascarilla provoca que haya una menor concentración de oxígeno en el aire que se respira. El aire que se espira tiene una mayor concentración de dióxido de carbono. Y luego volvemos a inspirar otra vez y ese dióxido de carbono no ha tenido tiempo de irse al exterior correctamente, porque está la mascarilla delante. Y la otra causa principal es que, el hecho de tener la mascarilla en la cara, esa presión del elástico, de la mascarilla, del alambre que va sobre la nariz, todo eso produce una hipersensibilidad periférica que puede dar dolor de cabeza.
Por supuesto, no todas las mascarillas son iguales. En este sentido, cuanto más hermética sea, peor. Por ejemplo, las FFP2 permiten menos paso de aire. Y el tiempo que se la lleva es directamente proporcional a este problema. No es lo mismo el efecto en personas que se la ponen y se la quitan porque, por su trabajo, no están siempre en interiores en contacto con otra gente, que personas que la tienen que llevar permanentemente, como aquellas que trabajan en supermercados, por ejemplo.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que la mascarilla no es el factor determinante para el desarrollo de las cefaleas. En muchos casos, se trata de problemas que surgen por malos hábitos, como una mala higiene del sueño o el sedentarismo crónico. También pueden influir factores genéticos o ambientales. La migraña, por ejemplo, es un tipo de cefalea que tiene un perfil genético importante. Es muy hereditario. Luego, además de la predisposición genética, hay factores desencadenantes que la pueden causar. La poca oxigenación es uno de ellos. El estrés y la ansiedad son otros, así como algunos alimentos como el queso curado, los embutidos, el chocolate. También, por ejemplo, los cambios de tiempo influyen en algunas personas. Los días de mucho viento pueden desencadenar crisis de migraña en personas predispuestas.