Un 21% de los jóvenes de entre 13 y 19 años ha participado en retos en línea
Un 8% admite que ha completado retos peligrosos
La idea de superar un reto, la expectativa de ser aceptado por los otros o la posibilidad de emular la "valentía" de alguien famoso, sumado al hecho de que todo eso pase en un entorno público, constituyen el caldo de cultivo ideal para que los más jóvenes se lancen "con los ojos cerrados" a los retos virales que circulan por las redes sociales, especialmente en TikTok e Instagram.
Cada vez más, los usuarios preadolescentes (de entre 10 y 14 años) se mueven arrastrados por la "dictadura de los me gustas", que consiste en hacer todo aquello que les parezca necesario para ganar popularidad. Conseguir a uno de los 4,2 mil millones de me gustas que se calcula que se hacen diariamente es una tarea en que este tipo de desafíos puede ayudar.
"Los retos son situaciones difíciles o arriesgadas que no se sabe con certeza si se podrán conseguir. En el ámbito de internet son especialmente cambiantes y variados, y mucha gente los sigue y los hace en muy poco tiempo, cosa que atrae sobre todo a los jóvenes, que normalmente se lo toman como si fuera un juego", apunta Irene Montiel, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC e investigadora del grupo VICRIM - Sistema de Justicia Penal, que señala que "puede ser una manera muy rápida de conseguir me gustas y seguidores".
El entorno digital favorece el contagio de los retos
Según la Academia Americana de Pediatría, las redes sociales premian el comportamiento escandaloso. Cuanto más extravagante sea, más se puede presumir. El entorno digital, sin duda, facilita que el cerebro de los adolescentes, que todavía no es maduro, no se detenga a pensar en las consecuencias de sus acciones. Los adolescentes no se toman el tiempo necesario para considerar si el detergente para lavar la ropa es un veneno que les podría quemar la garganta en caso de ingerirlo ni tampoco si el uso inapropiado de medicamentos como la difenhidramina (Benadryl) puede ocasionar problemas graves al corazón|coro, convulsiones o coma. Ellos se centran en el hecho de que alguien de su clase lo hizo y consiguió centenares de me gustas y comentarios en una plataforma digital determinada.
Según un estudio financiado por la red social TikTok, un 21% de los jóvenes de entre 13 y 19 años ha participado en retos en línea (el 14% de los encuestados tenía entre 13 y 15 años y el 9% correspondía a jóvenes de entre 18 y 19 años), y un 2% afirma haber hecho retos que ellos mismos consideran peligrosos (Praesidio Safeguarding, 2021).
En el caso de España, según un estudio reciente de la Universidad Internacional de La Rioja (Viral internet challenges scale in preadolescentes: An exploratory study, diciembre del 2021) que busca saber el tipo de retos, el grado de satisfacción y las motivaciones sociales que tienen los adolescentes para hacer retos virales en internet, un 80% ha llevado a cabo retos virales de tipo social (que no comportan ningún peligro para los participantes y tienen un componente social o familiar), un 20% ha hecho retos solidarios (por una causa social o de ayuda) y un 8% ha completado retos peligrosos (que ponen en riesgo la vida o la integridad física o psicológica de las personas). Además, el 15,3% de los adolescentes lleva a cabo retos sociales inofensivos a la vez que retas virales peligrosos.
No todos los adolescentes se suman a los retos
Según la Academia Americana de Pediatría, la parte del cerebro encargada del pensamiento racional, la corteza prefrontal, no se desarrolla totalmente hasta los 25 años, más o menos. Por este motivo, los adolescentes son naturalmente más impulsivos y tienden a actuar antes de pensar en las consecuencias.
En esta misma línea se expresa Montiel, que considera que los preadolescentes y los adolescentes "presentan, naturalmente, dificultades para controlar sus impulsos y buscan constantemente la satisfacción inmediata, el placer, la aprobación social de sus iguales y sentirse parte del grupo. Además, continuamente ponen a prueba los límites, los suyos y los de los que los rodean, como parte del proceso de construir su identidad y descubrir su potencial. A ello se suma el hecho de que son los usuarios por excelencia de redes sociales como TikTok o Instagram, donde los vídeos de retos se difunden a toda prisa entre miles de personas, algunas famosas".
Ahora bien, no todos los adolescentes se sienten atraídos por estos desafíos digitales. Según la experta, "los jóvenes más predispuestos a participar en los retos virales son los que tienen más necesidad de ser aceptados, valorados o reconocidos por parte de sus iguales, sin embargo cada reto tiene su target particular". Y continúa: "Por ejemplo, en el reto de la ballena azul los jóvenes tenían por término medio entre 11 y 15 años y el contenido del reto era claramente autolesivo, por lo cual estaba orientado a niños y niñas en situación de vulnerabilidad emocional. Además, en general, los niños que presentan vulnerabilidad social o que están en riesgo de exclusión social suelen buscar más la aprobación y la aceptación de los otros, y eso puede hacer que se impliquen en retos más arriesgados. También sabemos que, en general, los retos producen más satisfacción a los más jóvenes y que los chicos hacen más retos peligrosos que las chicas, es decir, que son más propensos."
¿Las redes sociales son un lugar seguro para los jóvenes?
No se tiene que perder de vista que hablamos de menores y, por lo tanto, la supervisión de cómo utilizan las redes sociales los preadolescentes, incluyendo los retos, es responsabilidad de los progenitores. El problema principal es, según Montiel, "la falta de conocimiento por parte de los padres y las madres de la existencia de estos retos, de las consecuencias reales o potenciales que tienen y, en general, de los riesgos que pueden implicar las redes sociales para los jóvenes. Tampoco ayuda el hecho de que el suicidio o el comportamiento autolesivo que promueven algunos retos siga siendo tabú y que las familias prefieran no hablar para evitar el efecto contagio, cuando el diálogo y la confianza son siempre mejores aliados que el silencio".
A pesar de los datos preocupantes que aportan los numerosos estudios que se han llevado a cabo sobre este tema "muchas familias siguen sin darse cuenta de que los menores de 16 o incluso de 18 años no tendrían que tener perfiles en las redes sociales, y los progenitores permiten que los tengan, en el peor de los casos, además, sin ninguna supervisión," se lamenta la experta, que señala que un gran número de investigaciones concluyen que el uso de las redes sociales puede producir un deterioro y un perjuicio serios para la salud mental (ansiedad, depresión, falta de sueño, ciberacoso, hipersexualización, etc.) en una etapa clave del desarrollo humano. "La adolescencia es un momento de reorganización total del cerebro y hay que tener un entorno protector y saludable para que los jóvenes puedan desarrollar todo su potencial, y, con las redes sociales como vehículo fundamental de su socialización, este potencial está en riesgo", concluye la profesora.
En el caso concreto de España, y en relación con los modelos de crianza, un estudio elaborado por Qustodio, en colaboración con Ipsos, Familias hiperconectadas: el nuevo panorama de aprendices y nativos digitales, indica que los padres y las madres españoles son menos estrictos que los británicos y los norteamericanos. El 36% de las familias en España se considera estricto, en comparación con el 47% de los Estados Unidos y del Reino Unido. Por otra parte, el 64% de los progenitores españoles piensan que son flexibles y destacan la importancia de que los hijos sean autónomos.
Me gustas a cambio de frustración y ansiedad
Participar en estos desafíos no sale gratis. De hecho, la factura que tienen que pagar estos jóvenes no es fútil. Desde las consecuencias derivadas por el reto mismo, como las autolesiones que se infringen con el reto de la ballena azul, que podían llegar hasta el suicidio, hasta la muerte por el reto del Benadryl. Por otra parte, tal como señala la docente, inevitablemente se producen consecuencias derivadas de la difusión de las imágenes con la intención de humillar o burlarse del protagonista o la víctima, dado que "estas imágenes perduran a lo largo del tiempo y es difícil eliminarlas, así que, si producen malestar o vergüenza, pueden provocar problemas de autoestima, ansiedad o depresión". No tenemos que olvidar que, si cuando la víctima se hace mayor estas imágenes dejan de encajar con el perfil digital que quiere dar a la persona (como en el ámbito profesional), "la pérdida de control sobre las imágenes puede ocasionar una gran frustración y ansiedad, además de la pérdida de oportunidades laborales, por ejemplo", advierte.