España es el país que más fármacos contra la ansiedad o el insomnio consume del mundo
Se toman unas 110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes
Más de un tercio de los españoles tiene problemas de salud mental, según las autoridades sanitarias. Los problemas más frecuentes, son los de ansiedad, depresión o por somatización.
De hecho, durante la pandemia, los problemas de salud mental se han multiplicado casi por dos: ya antes de la covid-19, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) informaba de que cerca del 20% de los españoles se encontraba en tratamiento psicológico o psiquiátrico, pero desde entonces más del 40% de la población española ha acudido al psicólogo o al psiquiatra por problemas de ansiedad, y más del 30% por depresión.
Los trastornos de ansiedad y depresión son los que más aumentado, pero no son los únicos: los trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia…), del comportamiento o los intentos de suicidio están incrementándose, especialmente entre los niños y adolescentes.
La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependiente de Naciones Unidas, monitoriza la fabricación, comercio y consumo de fármacos legales. En su último informe, del año 2021, indica que España es el país que más benzodiacepinas consume del mundo.
En ese año, en España se consumieron 110 dosis diarias de benzodiazepinas por cada 1.000 habitantes. Esto significa que, durante ese año, un promedio de 110 personas por cada mil han consumido una dosis de benzodiazepina al día. Bélgica, con 84 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, y Portugal con 80 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, son otros países donde se consumen demasiadas benzodiazepinas.
Las benzodiacepinas son fármacos utilizados para el tratamiento de los trastornos de ansiedad o insomnio, entre otros: Diazepam (Valium), Alprazolam (Trankimacin) o Lorazepam (Orfidal) son algunos de los más conocidos. Aunque estos medicamentos son una herramienta terapéutica efectiva, no está exenta de efectos secundarios y riesgos, algunos especialmente graves:
- Generan importantes niveles de dependencia, tolerancia y síndrome de abstinencia si se mantiene su consumo, por eso su uso está acotado en el tiempo a unas pocas semanas y es muy importante no alargarlo.
- Tienen importantes interacciones cuando se mezclan con alcohol, otras sustancias, u otros medicamentos.
- Hay que tener especial cuidado al volante, pues la ingesta de estos fármacos ralentiza los tiempos de reacción.
- Entre los mayores, aumenta el riesgo de deterioro cognitivo, de caídas y fracturas.
También entre los menores
Por otro lado, la última edición de la Encuesta sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES), realizada en 2021 a población adolescente entre 14 y 18 años, indica que en ese año habían disminuido el consumo de todas las sustancias excepto los hipnosedantes (tranquilizantes, sedantes y somníferos):
- Un 13,6% de los adolescentes consumen estos psicofármacos; un punto más que el año 2019.
- El porcentaje es mucho mayor entre las chicas, casi el doble.
- Un 7,2% no tiene receta médica.
- Además, junto con el tabaco o el alcohol, este tipo de medicamentos hipnosedantes se encuentran entre las sustancias de inicio más temprano: alrededor de los 14 años.
Bien porque los consiguen de algún modo, o bien porque los tienen en casa al alcance de la mano, lo cierto es que los adolescentes toman tranquilizantes o somníferos, lo hacen cada vez más y desde edades muy tempranas.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) alerta que la falta de profesionales en salud mental en el Sistema Nacional de Salud y la medicalización los problemas mentales son factores que contribuyen al aumento en el consumo de psicofármacos. Es necesario tomar medidas y destinar más recursos a la atención de la salud mental en la sanidad pública.
Según datos del Ministerio de Sanidad, ya en 2018 casi la mitad de las personas que atienden los médicos de cabecera acuden por problemas psicoemocionales, Los profesionales disponen de muy poco tiempo para atender a los pacientes y tampoco suelen contar con las herramientas o especialización para abordarlo, con lo que “se tira” de recetario, una solución que a corto plazo puede ser efectiva para tratar los síntomas, pero que no está exenta de riesgos y a la larga, no soluciona el problema, justifica la OCU.