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IMMIGRACIÓN RELATOS

Cuatro jóvenes migrantes no acompañados relatan la experiencia de dejar sus países y las dificultades de viajar y llegar a España

Aseguran que a ellos les complican mucho más la situación que a los refugiados ucranianos por su procedencia

Los cuatro jóvenes con la periodista Carolina Gili en el acto celebrado el miércoles en la Universitat de Lleida.

Los cuatro jóvenes con la periodista Carolina Gili en el acto celebrado el miércoles en la Universitat de Lleida.PAULA PÉREZ

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Son muchas las personas que se ven obligadas a abandonar su país, ya sea para huir de conflictos o para buscarse una vida mejor. En algunos casos, esta travesía supone pasar por situaciones complicadas como es el caso de centenares de africanos que ponen en riesgo su vida para intentar cruzar el estrecho de Gibraltar. Entre estos se encuentran muchos menores no acompañados como Aimad Bakki, Mouad Ouzizi, Mouhssine El Mimouni y Zakaria Zeghli, que llegaron a la península con 16 años (Zakaria y Mouad) y 17 años (Aimad y Mouhssine).

Ellos relataron sus experiencias el miércoles en el auditorio del Centre de Cultures i Cooperació Transfronterera del Campus de Cappont de la Universitat de Lleida en un acto organizado por Unicef con el objetivo de sensibilizar a la ciudadanía y dar voz a estos jóvenes, puesto que “siempre se relata la historia desde la tercera persona”, tal y como explicó la coordinadora de Unicef en Catalunya, Quima Oliver. Los chicos, que ahora tienen entre 19 y 20 años, decidieron emigrar a España con el objetivo de buscar un futuro mejor. Tanto Mouhssine como Mouad llegaron en patera.

Aimad intentó cruzar en una patera y con una moto de agua, pero finalmente logró llegar en un barco pesquero que les dejó a 1 km de la frontera, donde pasaron a una embarcación. “Nuestra intención era entrar por la playa de noche pero sabíamos que allí nos esperaría una mafia que se lleva a las personas para pedir un rescate a sus familias. Entonces entramos en un bosque, en el que estuve toda la noche buscando la salida”.

Por su parte, Zakaria vino con visado y se quedó en la calle 5 días hasta que le expiró el permiso, entonces acudió a la policía.Una vez en centros, los jóvenes aseguran haberse sentido muy acogidos y bien atendidos por algunos de los educadores a pesar de tener dificultades como no saber el idioma o no tener papeles. Aun así, relatan que la situación se complica una vez cumplen los 18 años, puesto que los centros los derivan a pisos tutelados donde pueden estar hasta los 21. De hecho, Mouhssine explicó que a un amigo suyo, al cumplir la mayoría de edad, “le dieron 20€ y le dijeron que se fuera a buscarse la vida”.

Por otro lado, una vez legalizados deben conseguir un permiso de trabajo, un hecho que Aimad critica, ya que “no tiene sentido que nos den los papeles pero no podamos trabajar, porque necesitas encontrar un empleo a jornada completa con un contrato de un año, cosa que no es fácil ni para los españoles”.Respecto al tema de los refugiados ucranianos, se mostraron muy contundentes puesto que, según afirma Zakaria, y respaldan sus compañeros, “ellos son rubios con ojos azules y nosotros no, entonces lo tenemos mucho más difícil en todos los aspectos”, a lo que Aimad añadió que “la gente cuando escucha que eres un mena lo único que piensa es que sales, robas y pegas”. Tal es así, que Mouad confesó que había enviado diversos currículums y los apartaron por su procedencia y añadió que “a veces por la calle vas detrás de una persona y se piensa que la vas a robar”. En ese sentido, los chicos argumentan que la gente debería darles la oportunidad de conocerlos antes de juzgar para así crear una sociedad más respetuosa e inclusiva.

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